CIUDAD BOLÍVAR: ¡CUANDO SE QUIERE, SE PUEDE!
Lo bien hecho no tendría que ser aplaudido, porque es el deber ser, pero en medio de tanta ruina ética y moral en un país donde muchos de sus gobernantes parecen competir por el que tenga las uñas más largas y cometa más embarradas, recibir una buena noticia y dejarla engavetada también es un delito grave contra la esperanza.
Reconozco que nunca le había parado bolas a las mediciones de desempeño integral de los municipios por parte del Departamento Nacional de Planeación, DNP, hasta que me enteré de que el pueblo de mis suspiros, Ciudad Bolívar, Antioquia, en tan solo dos años pasó del puesto 468 al 93 entre los 1.101 municipios colombianos, y del puesto 68 al 11 entre los 125 municipios antioqueños, lo que lo deja en el primer lugar entre los 23 de la subregión del Suroeste.
Aunque los puestos ganados luzcan muy sexapilosos, nada nos dicen si no entendemos qué es exactamente lo que miden: Control del gasto de funcionamiento; control de la deuda pública; aumento de ingresos vía gestión de cartera (impuesto predial y de industria y comercio), lo que permitió aumentar la inversión del municipio con recursos propios; la ejecución del plan de desarrollo y el nivel adecuado de manejo de las transferencias de la Nación. La buena gestión de la administración municipal, que según el ente calificador está haciendo las cosas bien, se nota concretamente gracias a unos factores que, de ser puestos en práctica siempre y en todas partes, harían de nuestro país un paraíso.
La eficacia. Hacer bien lo que se tiene que hacer. Que las buenas intenciones no se queden solamente en el papel y que las promesas de campaña se vean representadas en obras que redunden en beneficios para la comunidad.
La eficiencia. En el caso de Bolívar fue utilizar bien los dineros públicos para mejorar la educación, el acueducto y el saneamiento básico.
El rigor jurídico. Nuestro municipio cumplió totalmente con la legalidad, en especial el manejo de los recursos del Fondo Nacional de Participaciones. Se siente un fresquito, como el que llega de La Mansa a las tres de la tarde, de saber que esa platica no se está yendo a una bolsa sospechosa en grandes fajos de billetes.
Con mi reconocimiento para el señor alcalde y su equipo de trabajo, quienes han logrado este hecho histórico para nuestro terruño, aprovecho para sugerir que se programe el año próximo una celebración significativa del bicentenario de la batalla de Boyacá, y que se retome la idea de levantar en la plaza un monumento digno a la memoria del Padre de la Patria, de quien tan decorosamente toma el municipio su nombre.
En 1991 el Concejo aprobó un Acuerdo para erigir un monumento a Simón Bolívar, montado en una mula y luciendo el traje de paisano de su época. Por distintas circunstancias la obra no ha sido ejecutada, no obstante la aprobación de la Academia Colombiana de Historia, en ese entonces bajo la presidencia del doctor Germán Arciniégas. Sería una manera bonita y sentida de honrar al Libertador y de paso a los arrieros, de los que decimos sentirnos tan orgullosos. El busto que hay ahora, la verdad, es dolorosamente feo. Por favor...
Perdonen ustedes, amables lectores, lo localista de este artículo, pero el día de sacar pecho, se saca.