Clima de camiseta en el Ártico
Por Mark Urban y Linda Deegan
Llegamos al punto más alto en el borde norte de la Cordillera de Brooks en Alaska, y desde las ventanas del vehículo miramos a través de las laderas ondulantes hacia el Océano Ártico. En lugar de ver nieve como lo habíamos hecho en años anteriores, nos saludó un paisaje verde de primavera.
Volamos en helicóptero hacia nuestro remoto campamento y nos deshicimos de nuestros pesados parkas. Los peces que veníamos a estudiar ya se abían desaparecido aguas abajo a desovar.
Ahora nos damos cuenta de que lo que vimos en mayo pasado fue histórico, el mayo más caliente para la cuesta del norte de Alaska durante lo que los científicos recientemente concluyeron fue el año más caliente registrado para la tierra. También vimos el futuro.
El año pasado, la temperatura de la tierra pasó la marca de un grado celsius por encima de niveles preindustriales. La civilización se demoró 165 años para alcanzar ese punto, y ahora el aumento podría llegar a los 2 grados celsius en solo 30 años más, un punto en el cual los riesgos derivados de la subida del nivel del mar, la sequía y otros efectos podrían incrementar de manera significativa.
A pesar de promesas hechas en París de recortar emisiones de gases causantes del efecto invernadero, aún tenemos que sobrevivir a los años más calientes de una inminente edad global de calor. Junto con los muchos retos que enfrentamos, tenemos que ingeniarnos la forma de proteger a ecosistemas y los beneficios que estos ofrecen.
Cada primavera de los últimos 30 años, nuestro equipo de biólogos ha viajado a campamentos remotos en el Ártico de Alaska. El Ártico se está calentando más rápidamente que cualquier otro lugar del mundo a medida que agua de mar reemplaza a la banquisa, pintando el Océano Ártico de azul y alimentando un ciclo de realimentación peligroso. La banquisa blanca refleja la energía del sol de regreso hacia el espacio por medio de lo que se conoce como el efecto albedo. Pero a medida que el hielo se derrite, las oscuras aguas del Ártico ahora están absorbiendo ese calor, elevando la temperatura de la tierra.
Con la primavera adelantada, la nieve se derritió dos semanas antes que en el pasado y las plantas enverdecieron pronto después. Los lagos se descongelaron unos diez días antes, y los tímalos árticos, un pez, se reprodujeron semanas antes.
Una primavera adelantada tiene consecuencias a largo plazo. Cuando los tímalos se reproducen tres semanas por adelantado, por ejemplo, sus crías se empiezan a alimentar temprano y crecen nueve veces más grandes. Esto podrá parecer algo bueno, hasta que considera que las mismas altas temperaturas secan los ríos que permiten a estos tímalos nadar hacia los lagos donde pasan el invierno. Mientras estos peces esperan en bajíos a que los ríos fluyan, los osos y pájaros disfrutan de un banquete cautivo. Si los ríos no fluyen antes del invierno, los peces se congelan. La sequía de estos ríos podría amenazar a algunas poblaciones de tímalos.
El calor de mayo pasado engañó a los gorriones de corona blanca y estos se reprodujeron más temprano de lo normal. Cuando llegó una tormenta de nieve, los gorriones abandonaron sus inoportunos nidos, dejando atrás sus huevos a perecer.
Tormentas también arrasaron por nuestro campamento. Estas tormentas solían ser raras en el Ártico, pero ahora se dan con frecuencia. Relámpagos han prendido fuego a la tundra, lanzando enormes reservas de carbono del permahielo en la atmósfera. Cenotes también están apareciendo en la tundra descongelada. Si se arrima a uno, escuchará el goteo y el traqueteo a medida que el calor disuelve el permahielo en cascadas de lodo y piedra de la edad de hielo.
Apenas estamos empezando a comprender estos cambios. Los ecosistemas implican una red compleja de conexiones entre especies y el ambiente físico. El cambio climático altera estas conexiones de formas que nos pueden sorprender y confundir.
Por ejemplo, los científicos pensaban que entendían los arroyos árticos hasta que añadimos nutrientes a uno para imitar lo que pasa cuando la tundra se derrite. Un extraño musgo se materializó y cubrió el cauce.
Apareció un nuevo conjunto de insectos, pero se refugiaron en el musgo en lugar de desplazarse hacia las bocas hambrientas de los tímalos. Así que indirectamente, un arroyo más productivo resultó en peces más delgados.
Las sorpresas posan serios riesgos porque no nos podemos preparar para lo que no conocemos. Ya no nos puede satisfacer el observar y documentar estos cambio. Los tenemos que pronosticar y evitar.
Sostener vida durante la era del calor que viene requerirá de decisiones difíciles a medida que manejamos el número creciente de casualidades climáticas. No podemos esperar salvar a todas las especies cuando ni siquiera hemos podido descubrir cuántas especies hay.
Podríamos enfocarnos inicialmente hacia proteger a aquellos con mayor importancia para otras especies y ecosistemas, los así llamados multiplicadores bióticos del cambio climático. Por ejemplo, los principales depredadores con frecuencia son sensibles al cambio climático y magnifican los efectos climáticos al jalonar fuertemente los lazos que los atan a otras especies en la cadena alimenticia.
Nuestras aproximaciones actuales para identificar cuáles especies y ecosistemas están bajo mayor riesgo son primitivas. La mayoría de las predicciones dependen de la correlación entre el mapa del área biogeográfica de un animal y unos pocos factores climáticos. Como biólogos, tenemos que desarrollar pronósticos que dependen de causas, no correlaciones, como lo hicieron nuestros colegas que estudiaban la atmósfera hace años. Esto requerirá de un mayor esfuerzo por comprender cómo las especies sobreviven, se reproducen, evolucionan y se desplazan a través de paisajes, y cómo cambios en el clima alteran cada uno de estos factores.
También necesitamos experimentos que reproducen un ambiente en calentamiento. Los científicos saben cómo calentar pequeñas parcelas de tundra con cercados plásticos sin tapa y bosques con cables acalorados. Pero la pequeñez de estos esfuerzos limita nuestra habilidad para comprender las consecuencias para animales más grandes y ecosistemas. Tenemos que diseñar formas de calentar experimentalmente ecosistemas más grandes calentando lagos enteros, arroyos, campos e incluso bosques.
Planeamos regresar al Ártico de nuevo en mayo. Se predice que este año va a ser aún más caliente que el anterior. Esta vez estaremos listos. Entendemos ahora que ya hemos entrado en la era del calor.