La confusión es muy grande. Sigue la sociedad colombiana por el camino de las malas decisiones en lo que tiene que ver con la planificación de nuestra economía basada en el clima. A pesar que estemos teniendo manifestaciones de lluvias típicas de un fenómeno de La Niña débil o muy cercanas a las manifestaciones neutrales, de acuerdo a la NOAA (por sus siglas en inglés), esto no quiere decir que su impacto sea también débil o que vaya a ser débil como se ha dicho.
Esta debilidad representa el grado de enfriamiento de las aguas superficiales del océano Pacífico en su punto central de la región tropical marina, NO representa el grado o nivel de afectación o impacto de las lluvias en el territorio colombiano, ni mucho menos representa el grado de preparación que la sociedad debió o deberá tener para enfrentar dichos eventos. Es todo lo contrario.
A veces Niñas de categoría “débil” pueden traer desastres “fuertes”, como los que hemos visto en el occidente y centro del país. Un solo aguacero podría provocar las peores tragedias. El riesgo también depende del grado de exposición y vulnerabilidad de la sociedad ante dichas amenazas. Mas ahora cuando el clima se está manifestando de manera más extrema, es decir, que cae mas agua en menos tiempo, haciendo que los suelos se afecten de manera más rápida y provocando los deslizamientos y avalanchas ya conocidas.
De acuerdo al panel mundial de expertos del cambio climático -IPCC (por sus siglas en inglés), el calentamiento global está haciendo que la variabilidad del clima normal se manifieste ahora de manera más intensa y más extrema acelerando los procesos de degradación de suelos y provocando de manera más rápida los desastres vividos. Y viceversa, periodos secos mucho más intensos.
Nunca debemos dejar de alertar a la sociedad colombiana, la prevención es la aliada, y la mejor medida es mejorar las predicciones y pronósticos, organizándonos como comunidad en la observación diaria de las amenazas en nuestra cuadra, barrio o vereda.
Asustar al país cada dos meses con la sola presencia de La Niña no tiene sentido. Diariamente el clima cambia y existen muchos otros eventos de variabilidad climática diferentes que actúan y que no conocemos. Lo que debemos hacer es alertar diariamente sobre esta variabilidad, vereda tras vereda, microcuenca tras microcuenca, y no de manera general como se hace. El país debe entender que nuestra vulnerabilidad es específica y dinámica a medida que modificamos el uso de la tierra en cada punto cardinal. Es por esto que debemos invertir diez veces más en investigación.
El recorte presupuestal para la búsqueda de datos e información básica para responder a estos dilemas o inclusive al aprovechamiento de las oportunidades que el clima extremo deja, le ha hecho mucho daño a la economía nacional y le seguirá haciendo en la medida que la agricultura, la ganadería, la energía, la salud, la vivienda, dependan del agua.
El problema está en que no sabemos por ejemplo cuáles son esas manifestaciones presentes y futuras del rendimiento hídrico de las microcuencas del país, y cuáles son sus efectos sobre la sostenibilidad de hidroeléctricas o acueductos o cuál es esa relación directa entre la deforestación y la oferta hídrica en cada vereda o incluso esa relación directa de la temperatura superficial de los océanos con los ríos colombianos selva adentro.
Pero el país ha decidido seguir haciendo todo lo contrario bajo presión: emitiendo licencias ambientales exprés, construyendo grandes carreteras o desviando ríos sin análisis específico de los riesgos, construyendo vivienda nuevamente en zonas inundables, sembrando grandes cultivos en antiguos humedales, haciendo minería en cuencas abastecedoras de acueductos o explotando más hidrocarburos en los océanos, y en las selvas biodiversas amazónica y pacífica.
Con Niña o sin Niña, la naturaleza reclama lo suyo, por lo tanto, la gran responsabilidad debe estar en la educación de esa nueva generación bien informada basada en la observación.