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CÓMO DETENER LOS PRECIOS MANIPULADOS DE LAS DROGAS

22 de abril de 2017

Por Tim Wu
redaccion@elcolombiano.com.co

Una de las pocas promesas de campaña universalmente bienvenidas de Donald Trump fue hacer algo con respecto a los precios de las drogas farmacéuticas. La mayoría de los americanos reconocen que los precios son demasiado altos, y les molesta el aumento de la manipulación de precios de farmacéuticos: el aumento gigante de precios para antiguas drogas y dispositivos. Pero lo que pocas personas reconocen es que el presidente ya tiene el poder para hacer algo sobre los precios de las drogas. Si Trump quiere mostrar que está hablando en serio en cuanto a su populista promesa, tiene que comenzar con declarar la guerra contra los manipuladores de precios.

El poder clave se encuentra en la ley de “asistencia de importaciones” -una provisión importante pero no utilizada del Acta de Modernización de Medicare de 2003 que da el poder a la Administración de Drogas y Alimentos para permitir las importaciones de drogas cuando son consideradas seguras y que les ahorrarán dinero a los americanos. Daraprim, la droga antiparasitaria cuyo precio fue elevado por el Sr. Shkreli a casi US$ 750 por pastilla, se vende por un poco más de US$ 2 en el extranjero. La droga Cosmegen contra el cáncer tiene un precio de US$ 1.400 o más por inyección aquí, comparado con alrededor de 20 a US$ 30 en el extranjero.

El remedio es simple: el gobierno puede crear medios para que las farmacias consigan suministros de naciones extranjeras confiables a precios mucho más bajos.

¿Por qué no ha sido utilizada la ley? A través de los años, la industria ha tratado de describir el estatuto como una opción nuclear, advirtiendo una y otra vez sobre el catastrófico peligro de depender de las drogas utilizadas por esos canadienses irresponsables. De manera más legalista, la industria ha insistido en que el Departamento de Salud y Servicios Humanos (que supervisa a la FDA) no puede certificar de manera confiable que las importaciones “no plantearían riesgos adicionales para la salud y la seguridad públicas”, como lo requiere el estatuto. Pero Servicios Humanos y de Salud es una agencia ejecutiva, obligada a obedecer al presidente, y las determinaciones de costo y seguridad necesarias bien están dentro de su capacidad.

Los temores de seguridad, aunque no puramente imaginarios, son bastante exagerados. Veinticinco por ciento o más de las drogas que dicen que son fabricadas en Estados Unidos en realidad son hechas en otros países, en plantas inspeccionadas por la FDA (también lo son 80 por ciento de los ingredientes activos usados en la producción de drogas en fábricas americanas.)

La única diferencia es que algunas de esas drogas son enviadas a países como Canadá, mientras que otras son enviadas directamente a los Estados Unidos, donde son vendidas por 10 o a veces cientos de veces más que el precio canadiense.

De hecho, en los últimos seis años la FDA ha permitido importaciones de drogas para hacer frente a la escasez de acuerdo con una orden ejecutiva de 2011. Por ejemplo, cuando enfrentaron la escasez de la droga Doxil contra el cáncer, la FDA autorizó las importaciones de un sustituto, Lipodox, fabricado en una planta inspeccionada por la FDA en la India. Se han salvado vidas, no perdido, y la práctica confirma que este país ya sabe cómo asegurarse de que la importación de drogas de naciones de confianza puede ser segura.

Trump puede hacer daño serio a los manipuladores de precios farmacéuticos si lo desea, y será aplaudido por todos los que no están en la nómina de la industria farmacéutica, e incluso algunos de ellos también.

Persiga a los peores infractores primero: los propietarios de drogas como Daraprim, Cosmegen, Thiola, Mustargen e Indocin, todos los cuales han tenido aumentos de precios de 1.000 a 5.000 por ciento. Permita que empresas como Ovation, Turing, Valeant, Mylar y otros abusadores del sistema se conviertan en una advertencia para otros que podrían convertir a la manipulación de precios en su modelo de negocio.

Obviamente, librar una guerra contra los abusos de los precios farmacéuticos no representaría una solución completa a los problemas más amplios de la fijación de precios de los medicamentos. Las propuestas del Congreso, incluyendo un nuevo proyecto de ley del Senado presentado por Bernie Sanders, independiente de Vermont, Amy Klobuchar y Al Franken, demócratas de Minnesota y otros, irían más lejos. Pero sería el comienzo de la imposición de disciplina en una industria acostumbrada a su ausencia y una señal de que esta administración se toma en serio el uso de los poderes que tiene para hacer que los medicamentos sean asequibles.

Trump se lanzó como un populista económico quien se enfrentaría a la industria por el bien del pueblo. Aquí es claro que el pueblo quiere que se haga algo. Todo lo que se necesita es un ejecutivo jefe que tenga el coraje que dice tener.