Compunción
De las reacciones a mi columna de la semana pasada, en la que exponía el caso de un par de niños que habían abusado de una de sus compañeritas de escuela, se me quedó una palabra martillándome en la cabeza. La palabra es “compunción”. Todos estábamos compungidos ante la imagen de unos niños cometiendo un delito tan atroz. Ellos ni siquiera entienden la gravedad de lo que hicieron, para ellos puede ser una simple travesura, tan normal como hacer una candelada.
Eché mano del diccionario para elegir el significado de compunción que se acomodara mejor a las circunstancias y decidí quedarme con este: “Dolor o pesadumbre por haber cometido un pecado”. Me gustó por la inclusión de la palabra pecado, ya que eso me permitió seguir hilando esta columna en compañía del diccionario. Mientras las definiciones de compunción ocupan tan solo dos líneas, las de pecado, y sus posibles usos ocupan más de una página. Gracias a ese libro mágico de las palabras que siempre me acompaña, me enteré de que existe una clasificación mucho más amplia de pecados que la que nos enseñaron en la catequesis. De acuerdo a la RAE, además de haber nacido sucios (pecado original), podemos incurrir en pecados actuales, solitarios, bestiales, capitales, veniales, nefandos, materiales, graves, de omisión, de comisión y mortales.
Más de un adulto se confiesa desconociendo a qué categoría pertenece su falta y los curas los absuelven escondiendo sus propios pecados debajo de la sotana. ¿Alguien recuerda su confesión el día anterior a la primera comunión? Yo recuerdo la solemnidad de la mía. De rodillas frente a la ventanita, confesé: “Padre, le desobedecí a mi mamá. Me comí, uno a uno, los confites del día de las brujas que ella me tenía escondidos para evitar que me diera dolor de estómago”. El cura, quizá con una sonrisa cubierta por el velo negro del confesionario, me mandó a rezar como cinco padrenuestros y un credo por eso.
Así viven los niños en este país de rezanderos, confundidos sin poder discernir qué es lo correcto en medio de tanta violencia, en la casa y por fuera de ella, ambientada con canciones pegajosas con contenido sexual explícito y con series de tetas y narcos. Para ilustrar la confusión, dejo la definición de violencia de un niño de seis años que se encuentra en el libro Casa de las Estrellas, editado por Javier Naranjo: “Violencia es coger a una muchacha y hacer el amor”.
Los niños están aterrizando en el sexo mucho más temprano y es necesario hablarles claro en las escuelas para protegerlos. Pero no solo a ellos, también a los papás, para que sepan que hay unas leyes que los protegen y que las autoridades están vigilantes. En vez de preocuparnos tanto por nuestros pudores, deberíamos estar velando por el cumplimiento de lo que está escrito en la Constitución. Al fin y al cabo, esa es la palabra sagrada en un Estado laico.