Con ustedes, ¡el miedo!
El sentimiento opuesto al amor no es el odio. Es el miedo. Mientras el amor moviliza, el miedo paraliza. Esta ley, fácil de comprobar entre individuos, vale igual para las sociedades.
Los enamorados son capaces de bajar la Luna para entregarla de regalo a la amada. Y esta la recibe con una convicción que no viene de la cabeza. Ella sabe las razones para demostrar que su luna es la Luna.
En este caso el amor ha pasado por encima de la aeronáutica, de la física y de la astronomía. Ha logrado más que Newton, Einstein y Hawking. Muestra que su potencia es de un orden imbatible.
¡Ay de que aquí se filtre la duda y con ella el miedo! Entonces el galán será Sansón despojado de pelo, Aquiles herido en el talón. Ninguna luna será regalo a disposición de sus bríos.
El temor a fallar, a ser despreciado, a desfallecer en la espera, saboteará la hazaña del amor. Miedo batirá en retirada a amor. La pareja perecerá como pareja, cada miembro cariacontecido vagará en pos de otro padeciendo el lastre del fracaso incorporado.
El proceso es el mismo cuando se refiere a grupos humanos, países, el planeta. Existen momentos de gracia, lapsos en que la gente de estas sociedades está a punto de dejar atrás horrores de su historia. Por ellos mismos, por la memoria futura de sus hijos, desean fraguar un abrazo universal.
Gracias al tino sostenido de representantes de los dos lados del matadero, consiguen elaborar un plan de concordia. Sospechan que la concordia es el amor en número plural. ¡La han esperado a través de tantos años de desespero!
Cuando parece estar dispuesto el ritual de corazones, aquella misma historia zarandea su cola de saurio para perturbar el amor. No apela el odio, pues no tendría presentación en el debate de las hipocresías. En su lugar, atiza el miedo.
Es que el miedo es sibilino, se filtra sin retenes hasta las capas escondidas del cuerpo social. Se asemeja a la contaminación radioactiva de Hiroshima que dejó pasmados a centenares de miles de inocentes. Y a los demás les marcó la raya de la muerte en la frente hasta más allá de dos o tres generaciones.
La lucha entre el amor y el miedo puede no pasar por el odio, que es un sentimiento descarado y difícil de ocultar. En cambio el miedo, como la culpa, encadena almas por debajo de cuerda y las incapacita para las labores gozosas del amor.