Columnistas

Consejos para ser elegida en el rebaño

26 de junio de 2017

En una de las secciones más importantes de este periódico, “Un día como hoy”, se recordaban hace poco los consejos aparecidos hace 100 años para aquellas que buscaban novio o estaban casadas.

Para las solteras esto era lo sugerido: “El novio que puede llegar a ser marido, debe tener por lo menos seis años más que la novia. Nunca te le presentes sin peinar, mal calzada o vestida con desaliño. Casi todas las muchachas aceptan un novio para hablar, aunque no les guste el sujeto. No lo hagas. Habla con tus amigas, tú sola o no hables”.

Para quienes ya habían capturado alguno y sus esfuerzos debían concentrarse en conservar su condición de esposas, estas eran las recomendaciones: “Procure que la luna de miel no se azucare demasiado; así la prolongarás bastante tiempo y darás mayor felicidad a tu esposo. Vístete para tu marido como te vestirías para tu novio; discreta, elegante y siempre limpia. Que tu hogar sea el refugio, no la cárcel de tu esposo; que él se sienta a gusto y desee llegar”.

Como puede verse, el fundamento de estos consejos descansa en una antiquísima concepción de la mujer, que no me atrevo a decir que esté superada, como un dispositivo recreativo, reproductivo y decorativo, que no alcanza su desarrollo en el logro de sus propósitos sino en la satisfacción de las necesidades ajenas.

Como dijo el caricaturista Quino, más que un papel, la mujer ha jugado un “trapo” en la historia, por lo que su valor y los métodos para su valoración no distan mucho de las recomendaciones para escoger una vaca para el rebaño.

Miremos algunas recomendaciones para la escogencia de una vaca lechera y ustedes dirán si no se hizo así durante milenios, y peor aún, probablemente se sigue haciendo. Además de ver el tamaño de la ubre y las caderas de la candidata, y no estoy echándole indirectas a la estética de los productores de videos de reguetón, es importante considerar: la procedencia del ejemplar, pues el futuro de la cría es el presente de la madre; las características fenotípicas, entendidas como la manifestación externa, aunque no siempre visible, de los rasgos físicos y conductuales que vienen en sus genes; y finalmente, los términos de productividad. Estoy hablando de vacas, supuestamente.

Aunque no puedo asegurar que esta terrible concepción del sexo femenino sea cosa del pasado, pues para algunos hombres es motivo de orgullo hacer alarde de este tipo de criterio selectivo, y para algunas mujeres, no sé si por falta de educación o por facilismo, es preferible seguir siendo solo ejemplares atractivos que encuentran en la silicona el reemplazo más eficiente a tejidos musculares y neuronales; cuando veo a mis alumnas, estudiando, pensando en su futuro al lado de su esposo y no en su sombra, luchando por sus objetivos en vez esperar el reconocimiento del hombre, pienso que a pesar de todo lo que falta, estamos avanzando.