Columnistas

Contra las estrellas fugaces

24 de octubre de 2018

Mi escepticismo me impide comerle cuento a la astrología, pero no por eso dejo de reconocer que los astros trazan el futuro de algunas personas...

A María Isabel Olarte García siempre le gustó mirar las estrellas, pero hace diez meses todo cambió. Catorce años. Octavo grado. Colegio Teresiano. Atleta. Hija de Diego, ingeniero civil, y Doraidé, ingeniera de alimentos; empleados –con tiempo flexible– de una empresa de comestibles. Luisa María, su hermanita.

María Isabel acaba de representar a nuestro país en Paraguay: obtuvo la medalla de oro en la Olimpiada Latinoamericana de Astronomía y Astrofísica. Colombia logró tres preseas más: plata, para José Miguel Muñoz (Colombo Británico, Envigado); y dos bronces.

Para llegar a estas Olimpiadas se necesita mucho más que reconocer constelaciones o dibujar con el dedo índice el perfil de Orión. Los participantes debieron pasar por dos pruebas teóricas, una de cohetería y otra observacional. “Su latitud tan baja [Paraguay] muestra constelaciones muy distintas a las de Colombia. El sur es más difícil de aprender, ¡hay muchas constelaciones muy chiquitas!”, explica la medallista.

María Isabel, dos años menor que el resto de su equipo, jamás ha recibido una clase de Física. Entonces, ¿cómo lo logró?

Desde febrero, asiste al semillero para jóvenes que Jerónimo Calderón y Agustín Vallejo, exolímpicos y estudiantes de Astronomía de la Universidad de Antioquia, promovieron con la complicidad del Parque Explora y el Planetario. Cada semana, desde Sabaneta, María Isabel cruza el Valle de Aburrá para aprender. Sus padres alternan el acompañamiento para no faltar al trabajo.

En julio fue becada por su colegio (privado, confesional). También le permiten ausentarse durante las competencias. María Isabel lleva un mes sin ver a su mamá. (La semana entrante viajará con otros tres niños a las Olimpiadas Mundiales en China. Por ahora, se prepara en la capital).

Ningún joven de la selección contó con apoyo del Estado. Desde la provincia, todo esfuerzo es superior. Los padres, tíos y abuelos de la campeona han corrido con los gastos que implica viajar a Bogotá (siempre acompañada, por supuesto) para las lecciones preparatorias de la Olimpiada que imparte la Universidad Antonio Nariño. Han sido cuatro viajes, de diez días en promedio, cuyo costo aproximado es de $2’000.000 cada uno (sin contar los pasajes).

La oficina de Olimpiadas Colombianas de la UAN asumió el 50 % del tiquete aéreo a Paraguay. La sede de las Olimpiadas pagó hospedaje y alimentación.

“¿Cuánto talento se perderá en Colombia por la falta de apoyo?”, reflexiona Diego Olarte.

En cualquier país desarrollado, las mejores universidades hoy se estarían disputando por becar a jóvenes como María Isabel Olarte, José Miguel Muñoz o Jorge Alejandro Ricaurte.

En Colombia agradecemos “el favor” que el gobierno de turno le haga a Colciencias. El pénsum de ciencias básicas es una caja de Pandora. En la tímida difusión de la noticia sobre estos campeones, hubo quien confundiera “astronomía” con “astrología”. Es el mismo país que ve a Julio Garavito en la billetera, jamás en la Luna.

Antes de regresar de Paraguay, bajo una noche despejada, lienzo de puntillismo infinito, las once delegaciones encendieron una fogata. Ocasión irrepetible para observación de estrellas en el cielo... y la tierra.

Ojalá que no sean fugaces .