Columnistas

Conversando con Felipe Aljure

14 de noviembre de 2021

En una época en la que se han derrumbado tantos valores del espíritu y el afán de dinero y poder son considerados las metas supremas de casi todo hombre, es grato encontrar a personas que han dedicado toda su vida a un ideal, sin pensar en volverse ricas.

Felipe Aljure es una de ellas. Ha gastado toda su vida en el cine en un país como Colombia, cuya industria cinematográfica apenas está dando sus primeros pasos.

Ha sido guionista y director de tres largometrajes y ha trabajado como asistente de dirección, auxiliar de cámara y director de producción en varias películas colombianas y extranjeras, como “Rodrigo D. No Futuro”, “María Cano”, “Crónica de una muerte anunciada” y “El amor en los tiempos del cólera”. También fue el primer director de la Dirección de Cine del Ministerio de Cultura, en la época en que se dictaron las primeras leyes para favorecer el desarrollo del cine nacional. Desde 2018 es director artístico del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias.

Felipe Aljure vino a Antioquia invitado por el Festival Internacional de Cine de Itagüí. Durante un diálogo con los asistentes, el director recordó las experiencias en la filmación de sus películas “La gente de la Universal” (1991), “Colombian dream” (2006) y “Tres escapularios” (2018).

“En Colombia, los directores de cine nos gastamos un año haciendo una película y diez años pagando las deudas que nos deja su producción”, dijo, recordando su experiencia como realizador.

Aljure narró las dificultades que tuvo que enfrentar para financiar el rodaje de sus dos primeras películas. En ellas empleó todos los recursos técnicos de última generación que, en su momento, tenía a la mano.

La última, “Tres escapularios”, fue una experiencia singular. El equipo estaba formado por doce personas, incluidos los dos protagonistas. No hubo camiones para transportar la utilería; solo usaron tres automóviles. No emplearon luces artificiales. Tampoco, cámaras profesionales de cine. Solamente una cámara fotográfica. Filmaron en escenarios naturales de Tierra Bomba, Taganga y otras playas del mar Caribe. Cuando acabaron el rodaje y la posproducción, pensó que debían por lo menos 300 millones de pesos. Y los encargados de llevar las cuentas le dijeron: no, nos ahorramos 140 millones. ¡No debemos un peso!

Aljure dijo que esta es la única película suya en la que le han pagado por su trabajo de director y luego de acabarla no ha tenido que malgastar su vida preocupándose por pagar las deudas. Además, se declaró completamente satisfecho de los resultados.

Pero dijo que es una paradoja que, aunque gracias a los avances técnicos, los costos de las producciones han disminuido en gran escala, luego las películas colombianas se ven enfrentadas a los avatares de la distribución. En el caso de “Tres escapularios”, los exhibidores le exigieron una inversión millonaria en publicidad para proyectarla en las salas de cine. Por eso él y el equipo que hizo la película prefirieron que circulara en salas independientes y en cine clubes.

Aljure lamentó que ahora que existe una legislación que favorece la inversión en proyectos cinematográficos y que ha permitido el despegue del cine colombiano, el nuevo cuello de botella sea la distribución de las películas: “Tal vez esa sea una de las causas de ese desencuentro tan grande que existe entre el cine colombiano y su público”.

Ahora, a pesar de las dificultades, Felipe Aljure, como los pioneros, sueña con su próxima película. Cree que va a llamarse “Tinitus”, como la enfermedad que provoca un ruido perenne en el oído. Es una historia apocalíptica de cuando los poderosos de la Tierra, después de saquear sus recursos naturales durante siglos, deciden abandonarla para irse a vivir a otro planeta