Columnistas

Conversar con los jóvenes

23 de mayo de 2021

Querido Gabriel,

Estábamos conociendo colegios para crear los nuestros. Entramos al salón de clase. Era un espacio acogedor, con luz y gente cálidas. Alguien se interesó por una niña de unos 8 o 9 años y se le acercó. Lo primero que hizo fue ponerse en cuclillas, mirarla horizontalmente a la cara y preguntarle por su proyecto con un tono amable, en su propia voz, sin hablar como bebé, como hacemos a veces con los niños. Hola, dijo él. ¡Hola!, respondió ella, y levantó la mirada con una sonrisa. ¿Me puedes explicar qué haces?, preguntó el maestro explorador. ¡Claro!, dijo ella, también maestra desde ese momento, y procedió a darle una clase de arte, explicando los pigmentos, el color, el papel y las figuras que surgían de su imaginación.

Los demás observábamos, atentos. Tita Maya, que era parte del grupo, se volteó y nos dijo. ¿Si vieron? Los adultos piensan que los niños y los “pelaos” son bobos, pero este hombre es un verdadero profe. Se puso al nivel de sus ojos y la trató de igual a igual. Lo mismo nos pasa con los jóvenes, la gente piensa que sabe más porque es más vieja, pero eso los aleja y se pierden toda su sabiduría.

¿Conversamos con la juventud, no solo de sus necesidades sino de sus ideas, emociones y saberes, de aquello que ven e intuyen mejor que nosotros? ¿Les pedimos que nos enseñen en lugar de tratar de formarlos según el mundo de ayer? ¿Tratamos de comprenderlos para estar a la altura de sus sueños?

En estos días de confusión, los mejores líderes se están preocupando por los jóvenes. Sin embargo, aunque las iniciativas que comienzan a surgir son encomiables y necesarias, aún tengo un vacío del cual quisiera que hablemos. ¿No crees que asumimos lo que necesitan desde nuestros paradigmas? Claman por empleo, pero ¿será que para ellos esta palabra significa trabajo seis días por semana, 8 horas al día y un contrato laboral? Nos concentramos en sus demandas materiales porque venimos del siglo XX, que dio preeminencia a la riqueza económica, pero no somos capaces aún de escuchar sus aspiraciones estéticas, políticas y simbólicas.

En las encuestas recientes que los consultan priorizan temas que van más allá de los programas sociales. Hablan, por ejemplo, de la participación política, la implementación del proceso de paz, la protección del medio ambiente y la lucha anticorrupción. Por muchas razones, la juventud no se siente representada ni se ve reflejada en las personas que lideran el país ni en quienes dirigimos las instituciones. Por esto, aunque los anuncios sobre educación, empleo y vivienda son fundamentales, tal vez no sean suficientes. La desconfianza se vence confiando, dialogando entre pares, no solo otorgando beneficios y concediendo favores.

“Colombia necesita un nuevo acuerdo social”, decía el rector de Los Andes esta semana. Habló, también, de política, biodiversidad y multiculturalidad. Tan importante o más que los subsidios, los empleos y los cupos universitarios son quizás unas disculpas honestas, una escucha sincera seguida de palabras, acciones e iniciativas que hagan sentir a la juventud no solo que sus problemas importan, sino que ellos son reconocidos, aceptamos sus valores e integramos sus voces.

“Acostúmbrate a prestar atención a lo que dice la otra persona y, en la medida de lo posible, procura entrar en su mente”, escribió Marco Aurelio. Promovamos conversaciones horizontales con jóvenes, en empresas, organizaciones, familias y barrios, hablemos con los más dolidos y molestos para comprenderlos y no para “atenderlos” o convencerlos. Solo así podremos entrar en su mente, conocer su corazón y, a su lado, encontrar el camino

* Director de Comfama