CONVICCIONES Y CREENCIAS
“El político Antisemita que descubrió que era judío”, era el titular de un artículo en la página web de BBC Mundo hace unas semanas. Narra el caso de un húngaro que llegó a ser el segundo líder del Partido Radical Nacionalista en su país y que a su vez cofundó la Guardia Húngara, una formación paramilitar con un discurso antisemita. Al descubrir que su abuela era judía y había estado en un campo de concentración, emprende un viaje de rompimiento con sus antiguas convicciones y creencias y aborda su realidad, su pasado.
Este caso me hizo recordar el del senador estadounidense por el Partido Republicano, Rob Portman. Opositor del matrimonio entre parejas del mismo sexo, cambió de posición al enterarse que su hijo era gay. Portman escribió después: “He llegado a creer que si dos personas están dispuestas a hacer un compromiso de por vida para amar y cuidar el uno del otro en las buenas y en las malas, el gobierno no les debe negar la oportunidad de casarse”. Y agregó: “No es así como me he sentido siempre. Como congresista, y más recientemente como senador, me oponía al matrimonio para parejas del mismo sexo, pero sucedió algo que me hizo pensar en mi posición de una manera mucho más profunda”.
Estos son dos claros ejemplos de cómo algunas de nuestras convicciones y creencias se ven sacudidas en ocasiones por un sismo de escala mayor que nos lleva a replantear lo que representaba una ideología sin fisuras ni resquicios. Son especialmente relevantes por ser personas involucradas en política, que convirtieron la defensa de sus ideas en la razón misma de su existencia, siendo actores principales en el direccionamiento de sus sociedades, y por lo tanto en la formación de sus valores.
Pienso en la fragilidad de nuestros juicios, especialmente manifiesta cuando lo que creemos no está fundado en el respeto por el otro, por la diversidad, por la dignidad de las personas. Cuando estructuramos nuestra vida acentuando la diferencia con el otro y trabajamos la exclusión como mecanismo de relacionamiento en sociedad, estamos equivocados. Son formas basadas, entre otras cosas, en el miedo, la ignorancia y la defensa de privilegios. Y muchas veces ejercidos por presión social o costumbre.
Toda sociedad que aspire a ser justa debe someterse a la crítica y reflexión permanentes. Y más en una democracia que respeta las libertades individuales, que es supuestamente lo que queremos ser. Que se cuestionen nuestras convicciones, ya sea para reforzarlas o modificarlas, siempre bajo el manto del respeto por el otro y la diversidad.
Hay que reconocer la valentía de estas dos personas en aceptar su error y avanzar hacia la renovación de sus creencias, que posiblemente estimaron inmodificables. Es común que quienes hayan pasado por este tipo de situaciones y cambiaron, describan su experiencia como haberse quitado un gran peso de encima, y que ahora admitan andar por el mundo más livianos, más tranquilos, más en paz .