Columnistas

Coraje ciudadano

11 de diciembre de 2021

Mientras caminaba con su perro por una calle de El Poblado, un amigo fue atracado por dos hombres en moto. El pasajero se bajó rápido y le apuntó con un arma en la frente y él, sin oponer resistencia, entregó lo que tenía. Los dos tipos desaparecieron en la oscuridad, pero mi amigo logró memorizar la placa de la moto. Regresado a su apartamento sin aliento por el susto, además por subir corriendo las escaleras, llamó a la policía. Unas horas más tarde le notificaron que habían capturado a los dos delincuentes. Entonces mi amigo fue primero a la estación de policía y después a la fiscalía para denunciar el hecho e identificar a los dos ladrones. Lo increíble es que todo el tiempo él tuvo que estar al lado de los hombres que lo habían atracado; hasta tuvo que identificarlos sin la oportunidad de poder proteger su identidad. “Sí, los reconozco, son ellos”, tuvo que decirle al detective, mientras los miraba a la cara.

Mi amigo también me contó que descubrió que uno de los dos ladrones era un menor, quien trató de convencer a su víctima para que no lo denunciara, explicándole que hizo lo que hizo porque tenía hambre. “Lo siento”, respondió mi amigo, “pero yo no hice nada para que tú te encuentres en la situación en la cual estás. Yo, simplemente, iba caminando con mi perro, tranquilo, cuando tú y tu compañero me atacaron, me amenazaron con un arma, apuntándome en la frente y me robaron. Yo no puedo permitir que te dejen libre y tú le vayas a hacer daño a otras personas”. Mi amigo me contó esto durante una comida y su experiencia nos dio pie para reflexionar sobre la sensación de inseguridad que se percibe al caminar por las calles de Medellín y del coraje que conlleva ser ciudadanos, cuando además de importarnos nuestra vida, nos importa también el bien común de una colectividad. De hecho, fue esto, pensar en los otros, más que un deseo de retribución, lo que motivó en mi amigo la valentía para denunciar y así pasar del miedo al coraje. De hecho, el miedo es la anticipación del coraje, que, por ende, es lo contrario de la indiferencia, de la inacción, de la pasividad. Es lo opuesto a la resignación y una virtud del ciudadano consciente.

También reflexionamos que el coraje no se puede limitar a la denuncia. De hecho, nos pusimos a imaginar cuál pudo haber sido la biografía de este menor que lo atracó. Quizás, nos preguntamos, cuáles han sido las privaciones afectivas y materiales que ha padecido, los traumas emocionales que lo han marcado. Reconocimos que el coraje es preguntarse no solamente “¿qué hiciste?”, sino “¿por qué lo hiciste?”. Cuando somos víctimas de un delito, o nos secuestra el miedo, se necesita coraje para sentirse parte de una misma red de relaciones, de un mismo tejido social y, sobre todo, de una humanidad compartida, aun si existe la necesidad de reparación y de asumir responsabilidad. Nos preguntamos, ¿podemos prescindir de este coraje si queremos construir ciudad?