Creador - Criatura
Yo no existía. Comencé a existir. Alguien me dio la vida y me la conserva. Es mi Creador. Entre criatura y Creador la relación es esencial. Dios es Creador porque tiene criaturas.
Saber quién es el Creador compromete demasiado, pues es el fundamento de todo. En su retórica maravillosa, S. Agustín escribe: “¡Tarde te amé, Hermosura siempre antigua y siempre nueva, tarde te amé! Tú estabas dentro de mí y yo fuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste [...] Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían”.
Todo artista es creador, crea su obra, y una vez creada, queda fuera de su creador, que sigue su camino, creando. Un pintor pinta un cuadro, lo enmarca, lo cuelga en una pared, en un lugar donde puede que no vuelva jamás.
El Creador de todo está presente de manera continua. Su ausencia es puro asunto de percepción. Cuanto más cultivo mi sensibilidad, más cuenta me doy de la presencia constante de mi Creador en mí. Y por cultivarla, tanto más ejerce su influjo de mejoramiento radical de mi existencia.
Mi Creador está en mí más íntimamente que yo a mí mismo. Por tanto, entre Él y yo no hay distancia alguna. Y así, la oración no es propiamente un medio de comunicación con Él, sino la misma comunicación. Cuando voy a misa, la misa propiamente soy yo que celebro en ese rito el regalo de mi Creador que soy.
Mi Creador está en mí de manera inespacial e intemporal. No está delante ni detrás, ni arriba ni abajo, ni a mi derecha ni a mi izquierda. Está en mí de la cabeza a los pies, dándome amorosamente la existencia. Va conmigo, más aún, me lleva adondequiera que voy.
Mi Creador es mi compañero inseparable de viaje. No me desampara un momento. Su presencia tiene el sentido del asombro sin fin. Me encanta lo que escribió un místico medieval anónimo: “Se manifiesta huyendo, si lo seguimos, no podemos verlo. Esto mantiene el corazón dolido y vigilante”.
Da gusto leer la prosa limpia de S. Juan de la Cruz: “Y éste es el deleite grande: conocer por Dios las criaturas, y no por las criaturas a Dios; que es conocer los efectos por su causa y no la causa por los efectos”.
Sentir a mi Creador dándome amorosamente la existencia me colma de felicidad.