¿CUÁL ES EL MANDAMIENTO PRINCIPAL?
La promulgación de “los diez mandamientos” se encuentra en los libros Éxodo (20, 2-17) y Deuteronomio (5, 6-21) –escritos respectivamente en los siglos décimo y séptimo a. C. –, con esta introducción: “Yo soy el Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, donde eras esclavo”. Por ello su cumplimiento significa la correspondencia al amor de Dios que ha liberado a su pueblo de la opresión.
Y la respuesta de Jesús a quien le pregunta por el mandamiento principal (Mateo 22, 34-40) empieza por el llamado “Shemá Israel”: “Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor con todo tu corazón, toda tu alma y toda tu mente. Grábate en la mente todo cuanto te he dicho y enséñalo continuamente a tus hijos... Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente...” (Deuteronomio 6, 4-7). Los fariseos hipócritas llevaban en sus manos y su frente unos rollitos de papiro que simbolizaban la Ley de Dios, pero no realizaban su esencia, pues el amor a Dios sobre todas las cosas sólo se verifica en el amor al prójimo. Por eso Jesús añade al “Shemá Israel” otro texto del Antiguo Testamento, tomado del Levítico, un libro escrito cinco siglos a. C. por descendientes del patriarca Leví –levitas– que colaboraban en el culto del Templo: “ama a tu prójimo como a ti mismo” (19, 18).
Y concluye indicando la unión inseparable entre amar a Dios y al prójimo: “En estos dos mandamientos se basan toda la Ley y los Profetas”. En el contexto de los Evangelios encontramos tres detalles: prójimo (próximo) no es sólo el de la misma raza, cultura o religión, sino todo ser humano; amar al prójimo como a sí mismo equivale a la llamada “regla de oro”: “traten a los demás como quieren que los traten a ustedes” –Mateo 7,12–; y reconocer que Dios nos ama implica amar a los demás como Dios mismo nos ha mostrado su amor haciéndose nuestro prójimo.
La invitación es entonces a realizar el mandamiento que el propio Jesús nos dejó como testamento, en el sentido nuevo que Él quiso darle a la regla de oro: “ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Juan 13, 34).