Columnistas

CUANDO NUESTRAS CONDICIONES HUMANAS NO BASTAN

12 de julio de 2015

Después de siglos centrados en el hombre, es apenas lógico que veamos todo desde esta óptica y referencia. Sin embargo el desplazamiento, cada vez mayor, del humanismo hacia otros horizontes (socioeconómicos, culturales, políticos y tecnológicos..., distintos) hacen ver al “Ser Humano”, con poco alcance, proyección y relevancia. Hace rato, no somos “el centro”.

Las condiciones e intereses de este nuevo mundo no nos alcanzan para responder al hombre; porque han dejado de ser explícitamente humanas. Veamos: Las propuestas del sistema económico de mercado -dominante-, si llegase a tener al hombre como centro, (que no es el caso realmente), de todos modos no incluiría a todos los seres humanos, ni siquiera la mayoría puesto que son recurrentes, solo para una reducida minoría. Deshumanizan.

Las actitudes y/o valores ofertados por propuestas y programas socioculturales, políticos o religiosos no tienen, igualmente, un alcance o relevancia para seres humanos trascendentes; por su carácter relativo-ambiguo, propio de un humanismo agotado, inmanente; por tanto: intrascendente.

En un contexto así, la propuesta espiritual y religiosa del Evangelio; la Misión conferida por Dios en Jesús, para hacer presente su Reino, no puede menos que presentarse como una propuesta de enormes contrastes. Para realizar esta misión, los aportes simplemente humanos no bastan, no son suficientes, puesto que giran en torno a otro orden, de intereses opuestos.

¿Quién anunciaría y presentaría hoy una propuesta o mensaje que fuese la del otro? Nadie. Desde el horizonte del mercadeo, esto es absurdo, impensable. Pues bien, Dios en Jesús, nos envía a proponer “su mensaje”. No podemos proponer nuestro mensaje y menos a nosotros mismos. Somos enviados para anunciar el mensaje, propuesta de Dios.

¿Cómo cumplir alguna tarea o propósito, desactivando todo deseo y posibilidad de “poder” y dominación? En un mundo “empoderador”; ¿cómo obrar simplemente “sin poder”? ¿Cómo entregar todo, poniéndose al servicio de todos, especialmente los débiles y oprimidos? Eso no tendría sentido ni carta de presentación; pero sería el único ejercicio posible de “autoridad” sobre el mal para purificar, sanar y salvar.

¿Quién podría llevar adelante una empresa o misión, sin asegurarla y asentarla -fundarla- sobre algo o alguien? Esto hoy ni es deseable ni posible. Dios nos pide ser libres e itinerantes. Sin establecernos en nada o nadie, salvo en Él. Por eso dice: sin nada -dinero- para el camino. Solo un bastón necesario; sin túnica de repuesto. Lo esencial, evitando toda tentación de abandonar, por acomodarse y acumular, lo que es fundamental para la misión. No pretendamos sustituir al Espíritu de Dios, si no queremos reducirnos a propuestas insignificantes o intrascendentes. La Misión es esencialmente “divina”, sin dejar de ser humana .