Cuando venga el fin del mundo
La extinción de la humanidad es inevitable. Eventualmente el sol dejará de brillar y emitir radiaciones y el planeta se volverá inhabitable. Esa es una certeza de fin mucho más sólida que cualquier calendario o profecía religiosa. Desde siempre el ser humano ha estado obsesionado, sumido en la paranoia de cómo y cuándo será ese fin que nos igualará a todos en el único aspecto en el que no existen distinciones de clase, raza, sexo o nacionalidad: la muerte.
La cosmogonía de la Edad Media en Europa giraba alrededor de la muerte de todo. Los hombres de aquel entonces estaban seguros que llegaría en su tiempo y que la vida no era sino una especie de etapa preparatoria para esa llegada. Fue así que se abocaron a la construcción de las grandes catedrales, dedicadas además a la Virgen María, como intercesora por el alma de los hombres.
La visión apocalíptica del mundo nos ha acompañado desde siempre. Es como si quisiéramos, necesitáramos anticiparnos al fin, a sus dolorosos mecanismos y consecuencias para poder asimilar lo que tenemos y lo que somos en la actualidad. Para entender el fin es necesario quizás mirar al principio. Las historias de nuestro origen tienen la clave de nuestro final. Incluso la religión entiende eso, por ejemplo en el caso de los católicos llegamos con el desprecio de Dios y nos iremos con la violencia de un juicio final, con jinetes y fuego y solo algunos pocos lograrán salvar su alma.
Los mitos sobre el fin del mundo están cerca desde la infancia. O porque es lo que uno escucha de los adultos o lo ve en películas y en televisión. Uno de los argumentos favoritos de Hollywood es aquel en los que un grupo de hombres excepcionales, elegidos o incluso poco preparados para el asunto, pero muy corajudos salvan al mundo de su final. Me viene a la mente el caso de Interstellar en el que se narra la historia de unos hombres que cuando ya la Tierra no da más se van a buscar vida en otro planeta.
Yo siempre me he imaginado el fin del mundo como una avalancha y un tsunami. La Tierra desdoblándose sobre sí misma. Me pregunto qué sentiremos, dónde estaremos, si será un evento progresivo, lento, en el que veremos como la destrucción nos va cercando inminentemente o si será más bien algo repentino, cuestión de segundos, sin dolor, sin que podamos realmente tener conciencia de lo que está sucediendo. Hay gente que le tiene tanto miedo a imaginar esos escenarios que ha organizado suicidios colectivos frente a las predicciones del fin prontas a cumplirse.
En estos días la comunidad científica adelantó dos minutos y medio el fin del mundo. Para ellos, los hombres de pensamiento, el colapso de la humanidad no es una cuestión de adivinos o creencias religiosas, ni siquiera es nada más el cálculo que se ha hecho de la energía solar, del ciclo del sistema que permitió que hubiera condiciones de vida en la Tierra. Es una cuestión de cómo los hombres están viviendo, de cómo se está moviendo la sociedad, hacia dónde, con qué fin y con qué armas.
Para muchos los movimientos políticos se parecen a los de 1914 cuando se desató la Primera Guerra Mundial. La tristeza del hecho es que nos demuestra que no hemos aprendido nada. Y mientras el reloj avanza y cada noticia nos preocupa más y nos hace cuestionar lo que hacemos y lo que somos queda preguntar: ¿Qué estaremos haciendo cuando venga el fin del mundo?
Quizás no nos damos cuenta que cada una de las cosas que hacemos, que decimos, que pensamos tienen una influencia en la supervivencia de nuestra especie. Quizás porque las dimensiones de los mecanismos del mundo nos han convencido que no somos influyentes. Hasta ahora el mundo se ha organizado de forma tal que siempre terminan siendo pocos los que mueven los hilos de la existencia de la mayoría. Seguimos lo que a esos pocos les convence o les conviene. Si la humanidad ha de subsistir el hombre tiene que redefinirse y reconocer el poder que hay dentro de cada uno de nosotros. Cuando venga el fin del mundo que nos agarre creyendo, luchando, soñando, quizás entonces nos dé otra vuelta, si nos agarra indiferentes no habrá salida.