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CUERPO DE CRISTO. TU RESPUESTA ES....

16 de agosto de 2015

Leemos hoy el último paso de la reflexión a la que Jesús ha conducido a sus oyentes de Cafarnaúm. Y este último paso es la concreción sacramental de la adhesión a Jesucristo a través de la Eucaristía.

Hay que adherirse a Jesús, alimentarnos de él, que es el único capaz de saciar de vida plena a los hombres. Eso es lo que Jesús había dicho y reafirmado los domingos anteriores. Ahora, el paso es decir que este pan es su carne que hay que comer, y su sangre que hay que beber. Es una comunión absoluta donde la vida del creyente sea la misma vida de Jesús.

Comer la carne y beber la sangre del Hijo del Hombre, es comulgar con total realismo con el Jesús histórico, concreto e irrepetible, en la realidad de su carne y de su muerte cruenta. Como Jesús se alimenta de la voluntad el Padre, es decir la cumple, así el creyente en Jesús se alimenta de Jesús, “mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado”.

Obviamente hay una pregunta materialista de los judíos, y seguramente de muchos hoy: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?” Como la Samaritana: “!No tienes nada para sacar agua y el pozo es profundo!” (Juan 4, 11). Y como Nicodemo: “Es que un hombre ya viejo puede entrar otra vez en el seno materno?” (Juan 3, 4). Jesús ha de responder: “El Espíritu es el que da la vida; la carne no sirve para nada”. Los cristianos corremos el riesgo de quedarnos en el signo, en la fila dominical para comulgar, en la comunión sacramental, y no alimentarnos de Jesús en nuestra vida de cada día. La comunión con Dios no es un idilio místico ni un hilo de oro invisible. Toma cuerpo en la vida: “El que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8, 29).

La Eucaristía es el pan de los pobres, escondido a los sabios y entendidos y revelado a los humildes (Mt. 11, 25 29). Los sabios y entendidos especulan como Nicodemo, la Samaritana y los judíos sobre el cómo. Los sencillos se fían de Jesús: comen y beben y tienen vida. El mismo salmo de hoy nos dice: “El rico empobrece y pasa hambre, a quien busca al Señor, nada le falta”.

Que hoy al comulgar nos sintamos identificados con Cristo, pues la Eucaristía está al servicio de esta comunión, la significa y alimenta. Por eso “comulgar”, “beber”, “comer” no pueden convertirse ni reducirse a actos rituales. Remiten a la vida y la fortalecen. Una vida que ha de ser verdaderamente “comunión” con el cuerpo y con la sangre de Cristo: con todo lo que Jesús es y representa. Cuerpo de Cristo. Tu respuesta es....