Columnistas

Cuestionar al presidente: periodismo y democracia

15 de julio de 2021

Ciudad de México.– De lunes a viernes a las 7 de la mañana, desde el inicio de su mandato, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, da una conferencia de prensa, conocida como la Mañanera, para hablar de temas de interés en su gobierno y responder a preguntas de periodistas. Y, cuando un presidente habla, a los periodistas nos toca cuestionar lo que dice. Así es el periodismo y así es la democracia.

López Obrador es un presidente elegido legítimamente por más de 30 millones de votantes. Pero el hecho de que sea el presidente legítimo no implica que sea un líder efectivo, que lo haga todo bien y que los ciudadanos y periodistas no le podamos pedir información y hacerle preguntas incómodas.

En teoría, esa es la idea detrás de la Mañanera: un espacio de escrutinio y discusión abierta y sin censura, que ningún presidente mexicano había promovido. Esa intención es celebrable. Pero para funcionar con ese propósito, la Mañanera no debe desvirtuarse. Para que sirva como un verdadero ejercicio democrático de transparencia y rendición de cuentas, el presidente debe apoyarse en datos (incluso los de su propio gobierno), debe entender la labor de la prensa y evitar usar esa plataforma para hacer propaganda o señalar a opositores.

Debo decir que no soy de los que creen que la democracia en México está en peligro con López Obrador. Al contrario, creo que ahora hay voces e instituciones que no permitirían un regreso al sistema autoritario que sufrimos de 1929 a 2000. Pero para que la democracia esté viva hay que cuestionar al jefe de Estado y a todos aquellos que tienen poder.

Y la Mañanera debería ser el lugar natural en donde eso suceda. Ojalá que el presidente lo entienda.

La principal función social del periodista, además de reportar la realidad de manera justa y fidedigna, es cuestionar a los poderosos. Por eso cuando participé en la Mañanera del lunes de esta semana le dije al presidente que la labor de los reporteros era ser contrapoder. Y que eso significaba cuestionarlo a él como lo hicimos con los presidentes anteriores. No sé si le gustó lo que le dije, pero me dio la palabra abiertamente y pude preguntar con absoluta libertad.

El problema es que López Obrador sigue la tradición del viejo presidencialismo mexicano y también utiliza las Mañaneras para imponer su agenda a los medios, hacer propaganda oficial, denostar a sus críticos, hostigar a la prensa independiente (recientemente inauguró el segmento semanal “Quién es quién en las mentiras” para señalar a la prensa “más injusta, la más distante, la más lejana al pueblo” y para apabullar las ideas que no coinciden con las suyas. Además, es muy popular –mantiene un 58 por ciento de aprobación– y es el eje central de la política mexicana.

Ante eso, los periodistas solo debemos tener una respuesta: más periodismo.

Hay que revisar todos los datos que da AMLO –él suele tener otros datos cuando no le gusta lo que oye– y cuestionar a fondo sus políticas y proyectos. No se han aprovechado las Mañaneras para esclarecer los vacíos de información. Quizás tampoco los periodistas hemos aprovechado lo suficiente ese espacio.

El gobierno de López Obrador está en camino a convertirse en el más violento de la historia moderna de México, con más de 86.000 homicidios dolosos desde que llegó a la presidencia. Pero él insistió en que ha habido avances. “Ya no hay masacres en el país”, me aseguró. Pero le recordé de las matanzas recientes en Zacatecas y en Aguililla. “Esos son enfrentamientos entre bandas”, replicó, “pero no es el Estado, que antes era el principal violador de los derechos humanos”.

Tampoco nos pusimos de acuerdo sobre el mal manejo de la pandemia. México es el cuarto país del mundo con más muertos por el coronavirus, a pesar de ser el décimo con más población.

A pesar de que no coincidimos en muchas cosas, agradezco genuinamente la oportunidad de debatir y dialogar con el presidente de manera directa. Es difícil encontrar otro país en el mundo donde haya un ejercicio así. Y debemos aplaudir que ese espacio continúe, pero de la manera en la que sea de verdad un lugar de información veraz y no uno para avanzar intereses políticos ni atacar a críticos o periodistas