Cuidado con el hombre elocuente
Por Juan Pablo Cárdenas Á.
Universidad EIA
Ingeniería Ambiental. 10° semestre.
Jpcardenasa27@gmail.com
Es el enredador, el berraco, el avispado, el que convence, seduce, vende caro y consigue barato. Es un personaje sin género, edad o código moral definido. Es el hombre elocuente y está en todas partes, en la calle, la iglesia, la clase, los negocios y la política, sobre todo la política.
El hombre elocuente empieza su discurso con una retórica impecable. Su tono de voz, expresiones y lenguaje corporal refuerzan magistralmente sus argumentos, los cuales va hilando articuladamente, con el ritmo preciso para llevar al espectador a la conclusión indudable.
Nótese, que lo anterior habla solo del empaque, no del contenido. Es difícil ignorar la apariencia y pensar en lo que está debajo, por eso es tan fácil terminar comprando ciegamente negocios chimbos, relaciones insufribles, políticas injustas y gobiernos incompetentes, por enfocarse, no en el valor de las personas y de la información en sí mismas, sino en la teatralidad con la que se presentan.
Desde niño, uno ve lo fácil que se descarta la voz frágil del fondo del salón y se acoge la voz del hombre elocuente. Así uno aprende que, en este mundo, es más fácil y paga mejor decorar el frasco en lugar de llenarlo.
Se vuelve necesario un filtro de escepticismo cuando una idea llega con mucho adorno, pues, aunque la habilidad para comunicarse es fundamental, un buen argumento debería poder sostenerse por sí solo y la incapacidad para separar las ideas de la envoltura con la que intentan ser vendidas se convierte en vulnerabilidad a la manipulación y la propaganda.
Cuidado con el hombre elocuente que dispara palabras perfumadas y con aires de legitimidad, nobleza y superioridad moral. Es sensato dudar de las ideas con aparente lógica irrefutable y popularmente aceptadas, dado que así se ha vendido lo peor en la historia. Se debería partir del pragmatismo y la objetividad, darle una oportunidad a las voces quebradizas y valorar al individuo franco y las ideas desnudas.
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