DE LA COM-PASION A LA RESURRECCIÓN
El Domingo de Ramos da comienzo a la Semana Santa: la celebración de la Pascua. El Jueves Santo termina la cuaresma y se inicia el triduo pascual que a través del Viernes Santo y domingo de resurrección, nos permiten celebrar la vida con la resurrección de Jesús por nuestra salvación. Este domingo también es considerado “De pasión”, en que conmemoramos todos los acontecimientos que condujeron a Jesucristo, el Hijo de Dios, a su muerte como vía a la vida que celebraremos al domingo siguiente, “de Resurrección”. Así, celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, aclamado como Rey, por su triunfo sobre el mal, el pecado; la muerte.
En este horizonte de Semana Santa y nuestro contexto del mundo actual quiero invitarlos a considerar algunos aspectos de estas celebraciones para los días de reflexión.
Primero. Los cristianos hoy, seguidores de Jesús, descubrimos el misterio hondo de la vida en su amor y entrega por todos los seres humanos. Creemos en el amor de un Dios Crucificado, que siendo una locura, nos presenta hoy el verdadero camino de amor por otros, al entregar su vida, del único justo, por toda la humanidad. Este es el gesto sublime del amor de Dios por el hombre: un amor crucificado. Esta sigue siendo la manera de ser y amar de Dios al mundo. Por eso no aparece como un Dios “Todopoderoso” y juez que mira solo nuestro error humano, aparece, como un Dios que ofrece toda su vida en su Hijo, llevada a plenitud como un Dios crucificado. Tanto ayer, como hoy, esto sigue siendo una locura y un escándalo para muchos, que por sus intereses desordenados y egoístas, siguen sembrando la “injusticia, el mal y la muerte” en el mundo; reviviendo en muchos hermanos, pobres y desvalidos, ajusticiados en vida, al Dios Salvador, al Dios crucificado por nosotros, por el mundo.
Segundo. Seguir a Jesús hoy es otra locura, porque es continuar este camino de Pasión... en términos de Compasión. Es una tarea comprometedora, se trata de padecer... con “el otro” para instaurar definitivamente entre nosotros y en nombre de Dios, el verdadero camino a la vida por la senda de la reconciliación y el perdón. Este camino pasa por el padecer y compadecer, como la mejor expresión de solidaridad entre nosotros los seres humanos. Alejarnos de un mundo en el que seguimos pensando en términos de “hacer” sin solidaridad; pensando sólo en cada uno de nosotros, en mi grupo particular. En esto radica la diferencia y aporte de la compasión cristiana por el mundo.
Tercero. El sufrimiento de hoy se ha vuelto ocasión para negar, rechazar o reprochar a Dios en el mundo. Esto ha sido un lugar común-cultural, desde siempre. Realmente proviene de quien no es verdadero doliente del sufrimiento humano, sino de quien aparece como simple “espectador” sin compromiso, en la noble tarea de re-construcción del mundo.