De la contingencia a lo estructural
Por Piedad Patricia Restrepo *
piedadpatricia@gmail.com
La mayoría de los ciudadanos metropolitanos son conscientes de los graves problemas de contaminación que enfrenta el Valle de Aburrá y sus afectaciones a la salud. Por esta época, se oye hablar de la contingencia ambiental y las medidas asociadas. Efectivamente, las características topográficas del valle, la presencia de condiciones meteorológicas adversas, y las emisiones generadas por una región densamente poblada llevan a incrementos de la contaminación, con afectaciones a la salud ya comprobadas mediante varios estudios.
El Área Metropolitana del Valle de Aburra -AMVA- como autoridad en materia ambiental definió el Plan Operacional para Enfrentar Episodios de Contaminación Atmosférica en el Valle de Aburrá -POECA-, que hace parte del Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire del Valle de Aburrá -PIGECA-, el cual contiene las medidas para enfrentar episodios de contingencia atmosférica, como el que ocurre actualmente en la ciudad-región. Las acciones contempladas se enfocan en su mayoría en la restricción a la movilidad vehicular (responsable del 82% de las emisiones). Sin embargo, estas no se dirigen en mayor medida a las categorías vehiculares que tienen más impacto ambiental.
Entendiendo que las condiciones topográficas y metereológicas del valle no son modificables, la ruta es la reducción de las emisiones que se generan en la región y queda en evidencia que medidas como el pico y placa, de la forma como están planteadas, no son suficientes para reducir los niveles de contaminación. En la última década, la entrada del nuevo parque automotor a la región rondó los cien mil vehículos anualmente. Además, teniendo en cuenta que los vehículos antiguos son los más contaminantes y que en el territorio nacional no hay definición de vida útil para ningún vehículo, se complica aún más el panorama.
Es menester avanzar en la prevención de episodios de contaminación atmosférica y en su gestión, con medidas estructurales que respondan al nivel de contaminación de cada categoría vehicular y que tengan impactos significativos en la reducción de emisiones, especialmente por los efectos en la salud que pueden tener los incrementos en el nivel de contaminación en el corto plazo, en particular para los grupos sensibles (niños menores de 5 años y adultos de más de 65).
De acuerdo con los resultados de un estudio del AMVA y GIMEL, los “grandes contaminadores” son los vehículos pesados de modelos anteriores a 1995, encontrándose que 1.700 vehículos son responsables del 31 % de las emisiones primarias de PM2.5 en el Valle de Aburrá, lo que pone en evidencia la importancia de la renovación vehicular.
Desde abril de 2019, el AMVA y Findeter presentaron una línea de crédito que financiará la adquisición de vehículos de baja emisión para el transporte público de carga o pasajeros en la región, pero aún no se firma por parte del gobierno nacional.
En conclusión, aunque en Medellín ha habido progreso en la gobernanza del aire, reflejada en la disminución de la concentración promedio anual de contaminantes atmosféricos, se requiere avanzar hacia acciones estructurales que reduzcan las emisiones y prevengan episodios de alerta que ponen en riesgo la salud de la población. Estas medidas deben estar orientadas hacia las principales fuentes y las zonas con mayores niveles de contaminación, viendo como oportunidad la implementación de las dos Zonas Urbanas de Aire Protegido -ZUAP- en el Valle de Aburrá.
* Directora Medellín cómo vamos.