Columnistas

Deforestación y renta de la tierra

02 de febrero de 2018

En días pasados se realizó en la Universidad de los Andes un foro sobre medio ambiente y desarrollo sostenible en el cual intervinieron algunos de los candidatos a la Presidencia de la República.

Entre los temas tratados estuvo el de la deforestación. Dentro de las propuestas hechas para enfrentar este problema se consideró, por ejemplo, que como la causa de la deforestación es la desigualdad social, es necesario facilitarles a los campesinos el acceso a la tierra para frenar la ampliación de la frontera. Igualmente, se señaló que es necesario reforestar y restaurar los ecosistemas naturales degradados.

La realidad es que el tema de la conservación y el manejo de los bosques y el de la reforestación no reciben, ni por parte de la sociedad ni de los gobiernos, la atención que merecen.

Ello no quiere decir que no haya habido, a nivel público, políticas, programas, proyectos e instrumentos dirigidos a enfrentar las problemáticas asociadas a los bosques naturales y al desarrollo de la actividad reforestadora.

Infortunadamente, estas iniciativas no han impactado de manera efectiva los problemas que se enfrentan y, menos aún, han sido capaces de frenar la destrucción del bosque natural y hacer de la reforestación una actividad importante y generadora de valor y de oportunidades en los territorios rurales.

Basta señalar que, en 2017, como ha venido ocurriendo por décadas, el país perdió área de bosques naturales. Para ese año se estima que se deforestaron cerca de 179.000 hectáreas.

A pesar de que con la irrupción de la minería ilegal y de los cultivos ilícitos estos se han convertido en causas de la deforestación, tradicionalmente la principal fuente de este fenómeno ha sido la ampliación de la frontera agropecuaria.

De tiempo atrás, diversos analistas han sostenido que un factor que explica dicha ampliación es el carácter de bien de acumulación (más que de producción) que, a través del tiempo, ha adquirido la tierra en los territorios rurales.

Con el proceso de desarrollo, la tierra con vocación agropecuaria tiende a valorizarse. Esto, aunado a los bajos niveles de tributación que la tierra tiene, se convierte en una renta que estimula la acumulación en contra de su uso productivo.

Este fenómeno, además de explicar la presión para expandir la frontera agropecuaria, con la consecuente destrucción del bosque natural, ayuda a entender por qué en Colombia se subutiliza la tierra con vocación agrícola y el suelo no se usa según su vocación.

De contera, los altos costos de la tierra para fines agropecuarios y forestales desestimulan el desarrollo de la reforestación. Por tanto, la solución que se ha planteado para resolver el problema de la deforestación, del uso inadecuado del suelo y del bajo nivel de reforestación es poner a tributar la tierra rural.

Desafortunadamente, y contrario a lo que ha acontecido en las ciudades, en el campo ha habido, a pesar de los grandes beneficios que se generarían, una fuerte oposición a esta posibilidad. Ello hace muy poco probable que algún candidato se le mida a “tomar el toro por los cachos” y abandere esta transformadora propuesta.