Columnistas

Del desastre que sería Quebradona (1)

11 de junio de 2021

“Nuestra responsabilidad compartida es garantizar que los beneficios de los recursos minerales lleguen a todas las personas de la sociedad, no solo a las élites, salvaguardando al mismo tiempo el entorno natural presente y para las generaciones futuras”.

Pensar en “los derechos de las mujeres, los pueblos indígenas, las comunidades locales y otras partes interesadas que se ven afectadas por la industria pero que están excluidas del diseño y los beneficios de las operaciones extractivas”.

Las palabras del secretario general de ONU, Antonio Guterres, en reciente foro, son todo lo que no representa el proyecto minero Quebradona en Jericó y Támesis, desarrollo extractivo que no solo generaría poco empleo, sino que cambiaría para siempre la vocación de la región y dejaría grandes secuelas ambientales y sociales, perjudicando a miles de familias y, en particular, a las mujeres.

Un perjuicio que comenzó con la actitud inescrupulosa de la empresa AngloGold Ashanti, que tiene el título (no la licencia, aunque la persigue con afán), buscando dividir la base social de la región, generando malestar entre sus habitantes como se evidenció una vez más en foro virtual propiciado por la Red Internacional de Derechos Humanos. Con dádivas ha cooptado voluntades públicas y privadas.

Es claro que en todo lado no se puede hacer de todo. Aplica en minería. El Suroeste tiene vocación agroturística y una riqueza biótica e hídrica envidiable. Mientras la mina promete 639 empleos en la fase de operación de 21 años, el proyectado y suspendido, por ahora, parque recreativo Comfama y el centro de la industria del aguacate generarían 2000, según informe de Proantioquia.

Este es uno de los tres megaproyectos de la nueva etapa del neoextractivismo, proyectos de alta tecnología no probada en ambientes ecosistémicos frágiles, como recalcó el experto Luis Jorge Garay.

A los habitantes se les vendió la idea de una explotación que genera riqueza. Sí, pero no acá: riqueza para la empresa y otros países, no para Jericó ni Támesis ni Colombia. La minería, en particular la del oro (por eso publicitan el proyecto como aurífero y no por otros metales que pretenden extraer) aporta del 0,2 al 0,3 % en impuestos y regalías anuales dadas las enormes exenciones tributarias. (Los gobiernos colombianos este siglo han sido amigos de que los extranjeros se lleven nuestros recursos a cambio de casi nada, pues, para el país).

El daño ambiental sería monumental, como veremos.

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