DEL DOLOR A LA GLORIA
Cuando de forma infame, en 2001, los asesinos paramilitares -tras profanar durante largos años el paraíso terrenal enmarcado por el río Penderisco, que es Urrao- le quitaron la vida a Rigoberto de Jesús Urán, dejaron viuda a Aracelly Urán y huérfanos a sus hijos Rigoberto (de catorce años) y Martha, su hermana menor; entonces, no solo se silenció una vida preciosa sino que muchos compradores de lotería y chance de allí se quedaron sin su vendedor habitual.
Sin embargo, la necesidad obligó al jovencito Rigoberto a continuar con el oficio de su progenitor y a montar en la bicicleta remedada regalada por su tío. A poco más, lo reclutó un equipo municipal (el Club de Bicicletas Urrao) y luego uno regional (el Orgullo Paísa), y, dos años después, gracias a su madre, suscribió el primer contrato para recibir ingresos por su actividad ciclística; los triunfos no se hicieron esperar y se llenó de medallas de oro y trofeos en competencias regionales, nacionales, e incluso internacionales. A los 19 años se volvió ciclista profesional y se residenció en Brescia, Italia, donde el matrimonio conformado por Beppe Chiodi y Melania Charutti lo acogió como a un verdadero hijo.
Esta familia cariñosa lo cuidó luego de su terrible accidente en la vuelta a Alemania de 2007, cuando se rompió los dos codos, la muñeca y se dañó el cuello; esas lesiones se sumaban a una fractura de clavícula en su primera participación en Bélgica, la misma que se repitió en Urrao en 2010 mientras entrenaba; y, luego, en su primera intervención frustrada en la Vuelta a España. Pero su meta, en medio de la tribulación, era clara como se lo expresó en una entrevista a un periódico español en el año 2009: “Yo no daré marcha atrás. Adelante hasta el final”.
Su proceso de crecimiento personal prosiguió y, muy pronto, cuando nadie lo esperaba, fue medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres (2012) en la prueba de ciclismo en ruta; después, vinieron los dos subcampeonatos del Giro de Italia (2013, tras superar una difícil contusión de rodilla; y, 2014); y, ahora, se corona subcampeón del Tour de Francia. En esta oportunidad, pese a que Nairo Quintana también ha sido dos veces el segundo de esa prueba, él es el colombiano que más cerca ha estado de ganar la más importante carrera ciclística del mundo.
Urán es un eximio deportista que siempre es sinónimo de coraje, valentía, sacrificio, espíritu de lucha y superación, pero lo que más llama la atención de su personalidad son su autenticidad, arrojo e inteligencia; siempre sabe salir al quite cuando le hacen preguntas inoportunas y pone en evidencia su carisma y espontaneidad. Por supuesto, él ha sido el verdadero triunfador moral de esa competencia este año: ganó una etapa decisiva, peleó otras dos, codo a codo; corrió con un modestísimo equipo que poco lo apoyó en las etapas claves, cuando el todopoderoso Sky dominaba con su tropa.
Tampoco tuvo instalada en su nariz la turbina que le permite al actual campeón mejorar la entrada de aire al cuerpo, reducir el pulso y la fatiga y aumentar su capacidad respiratoria en un 38 %; por supuesto, no usó uniformes con Vortex para optimizar la penetración del aire y subir 24 vatios de potencia, y, que sepamos, no tuvo otras “ayudas” extras. Rigo, pues, con su padre siempre al lado, solo da pedalazos imbatibles, esos que aprendió en su pueblo donde, anegado de congoja, ganó la primera contrarreloj; y, añádase, en plena madurez deportiva, con una entereza a toda prueba que le granjea la admiración de sus compatriotas, espera ser un triunfador en el Arco del Triunfo parisino donde muy pocos son aclamados. Mientras tanto, canta con Epifanio Mejía: “Yo que nací altivo y libre sobre una sierra antioqueña llevo el hierro entre las manos porque en el cuello me pesa”. ¡Ese es nuestro campeón!.