Demencia Urbana
Hasta finales de los años 40, el río de este valle hermoso, corría serpenteante e inquieto como cualquier río, hasta que un día, las autoridades municipales de la época, decidieron acabar con ese río, quitándole las sinuosidades donde concretaba su equilibrio, para convertirlo en un canal abierto, con alineación recta. Sin río y con canal, se iniciaron los desaciertos de nuestros regentes, que han ido llevando a que esa “Medellín hermosa”, se convierta en la ciudad que hoy habitamos: poluida, inmóvil y bullosa.
Vinieron luego años de calma y de desarrollo civilizado de una ciudad digna, culta y respetuosa, la cual fue cambiando a inculta, irrespetuosa y ávida de riqueza, con el advenimiento de las culturas mafiosas.
Pocos de los edificios que engalanaban la ciudad, construidos a comienzos y mediados del siglo 20 se salvaron, pues actuando como si fuéramos el más tosco de los pueblos, se continuó acabando con lo poco que quedaba, y, así, entre otros, el edificio del Palacio Nacional fue vendido para un mercado de baratijas y la fachada del Palacio de la Cultura, obra insigne del arquitecto belga Agustín Govaerts, fue partida en dos por el Metro, perdiendo su elegancia y sepultando con esto, también la plazuela Nutibara. Para salvar su centro, bien se hubiera hecho el esfuerzo de construir subterráneo el tramo entre las estaciones San Antonio y Prado.
En la ciudad ya herida, los tres últimos alcaldes permitieron, no solo que se acabaran los barrios, sino que el ruido, la inmovilidad, la polución y la incultura se tomaran la ciudad. Quienes deberían controlar no lo hicieron por soñar con una megalópolis para mostrar, permitiendo además la construcción de casas y edificios inseguros. La primera torre del edificio Space, ejemplo de esas construcciones inseguras, recibió el “Acta de recibo de Obras de Construcción”, que daba fe de que cumplía con la normatividad, durante la alcaldía del señor Fajardo, a quien, por este hecho, en su pecho inflado, se le debería poner otra estrella negra, una más.
En una ciudad sin andenes, sin señalización vial, sin orden, siguen los gobernantes pensando en construir obras gigantescas, esperando que la monumentalidad resuelva los problemas, olvidando que lo grande se resuelve a partir de lo pequeño. Frutos de esa confusión, son proyectos de tranvías innecesarios por donde no caben y el recibo de obras desubicadas y costosas que recién inauguradas ya muestran serias deficiencias. A veces, con desconsuelo, pareciera que la ciudad retrocede.
Hace ya más de 40 años investigadores alemanes del comportamiento en experimentos con ratones, encontraron que a medida que aumentaba la población de ratones en un espacio determinado, estos cambiaban severamente su comportamiento y se volvían ladrones, transgresores y asesinos. Como si nada fuera, Medellín sigue aumentando sin control su densidad poblacional y, con esta, cada día aumenta la demencia de esta urbe y el Medellín hermoso, queda atrás para siempre.