DESAYUNO CON EL RESUCITADO
Obedecer a Dios, antes que a los hombres.
Señor, tú sabes que te Amo.
La resurrección de Jesús no es un principio, argumento, o teoría. Es una realidad, “acción de Dios”, que vivimos como experiencia profunda de sentido. Don de Dios y no creación humana, experiencia espiritual por excelencia. Es participar del Espíritu y su ser, por amor gratuito, iniciativa de Dios.
Con estos presupuestos tomados de estos textos del domingo, intentemos leer la realidad de nuestra vida hoy.
CONTEXTO. Como en el evangelio: Vivimos tiempos de oscuridad, de larga noche y fatiga, sin muchos resultados o frutos. Reflejo claro de nuestra vida, cuando en ella no aparece, ni es visible el Resucitado. Desolación y confusión.
El Texto. Al amanecer, en lo ordinario de nuestra vida, Jesús “aparece”; aunque “reconocerlo” será un proceso, camino -Pascual- largo y sin duda difícil tanto más en estos tiempos. Es el proceso fundamental en la vida, que recibimos como don y según nuestra respuesta -nuestra acción- permite llegar a la fe, en la resurrección, en el Resucitado.
Muchos quisiéramos seguir lo ordinario de la vida, lo que sabemos hacer, pero la experiencia del Resucitado, como a Pedro y los discípulos, nos mueve y cambia. Nos saca de lo que queremos hacer; para realizar lo que conviene hacer. La misión que recibimos de Dios.
Esto es experimentar al Resucitado, que nos lleva a lo que Dios quiere con nosotros, con nuestra vida. Hay que obedecer a Dios, su voluntad, antes que a los hombres.
Tres peticiones del amor de Dios, hechas a Pedro..., lo conducen a lo que Dios quiere. Primera: llamado por Dios a pasar de humilde pescador a pescador de hombres. Segunda: deseo humano de volver atrás, la vida ordinaria: pescador en el lago, con sus amigos.... El Resucitado, al que Pedro reconoce, en una tercera llamada de amor, lo transforma en Pastor de sus ovejas.
Esta experiencia de resurrección de Pedro, bien puede acontecer en cada uno de nosotros. No es el resultado de una reflexión, conclusión racional y doctrinal. Es el efecto “consolador”, re-creador de sentido; una experiencia trinitaria del amor, del Resucitado en lo ordinario de la vida y del mundo.
El Resucitado acontece en nosotros, en el mundo, pero no todos lo reconocemos. El Resucitado nos está levantando los brazos (la vida); nos está ciñendo -consolando- para conducirnos a donde debemos ir; aunque nosotros no “queramos” ir. Este es el camino a la vida y felicidad. A la consolación..., a la fe, la salvación. Camino que resulta ser el cumplimiento de la voluntad y querer de Dios.
Camino y experiencia que lleva al darse, a donar vida; morir por otros, como proceso de salvación y reconciliación, de Vida y Resurrección. Solo por acción de Dios, completamos en nosotros, nuestro cuerpo –social-: la resurrección de Jesús. Nuestra resurrección. Camino definitivo de Paz.