Desbloquear el emprendimiento
Querido Gabriel,
“Como siempre, soy optimista. Si la situación no mejora, en realidad no me debo preocupar de más porque estoy haciendo todo lo que está a mi alcance”, dijo por chat mi hermano, el emprendedor, cuando estaban comenzando los bloqueos derivados del Paro nacional. “Necesito despachar a Bogotá y a las demás ciudades. Ahí tenemos unos recursos para aguantar, espero no tener que usarlos...”, me contaba esta semana.
Santiago representa, para mí, a cientos de miles de emprendedores colombianos. No le ha tocado fácil. Después de 9 años de trabajo, incluyendo madrugadas, noches y fines de semana, ha logrado la libertad que soñaba cuando decidió renunciar a su empleo estable. Mira el futuro con esperanza, confía en Colombia. Uno de sus mayores orgullos es generar 38 empleos directos. En estos días sufre, como muchos, las consecuencias de los bloqueos; trata de conservar el empleo y cuidar lo construido. ¿Conversamos sobre la ponderación de los derechos y su necesario balance? ¿Hablamos de la angustia de los que no marchan, no porque no quieran un país mejor, sino porque escogieron otro camino, igualmente válido, para construirlo?
Mi hermano es empleado de su emprendimiento; arrancó de cero, hasta ahora no ha entregado dividendos, no ha recibido gabelas tributarias ni subsidios del Estado. Jamás le ha hecho daño a nadie, paga salarios formales y cuida a su gente. Siempre está imaginando nuevos proyectos. Pero ahora no está creando sino resolviendo problemas. Sufre los bloqueos y les queda mal a los clientes que necesitan los alimentos que vende. Muchos como él, creadores de cientos de miles de empleos, están en las mismas.
Ayer pensaba en Francis Scott Fitzgerald, cuando dijo: “La prueba de una inteligencia de primer nivel es la capacidad de mantener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y aún así retener la capacidad de funcionar”. La semana pasada te escribía sobre la necesidad de cuidar y escuchar a los jóvenes y su agenda de paz, anticorrupción, medio ambiente, inclusión, participación y educación. Defendimos el respeto del derecho democrático de expresar emociones y malestares. Esta vez te propongo conversar sobre los necesarios límites de la protesta.
La afectación a la integridad de personas y bienes es intolerable, venga de donde venga. “Marcha sí, vandalismo y bloqueos no”, sugiere mi hermano. ¿No crees que los cierres de vías deben terminar gracias a una combinación razonable de diálogo y firmeza? Al fin y al cabo, en los derechos fundamentales de nuestra Constitución, además de la vida y la libertad, están también el trabajo y la libre circulación.
“Los marchantes sienten que el Gobierno escuchó solo con los bloqueos”, me dijo un joven líder. De otro lado, un señor muy sabio, me escribió con angustia: “¿Y los del comité del paro no tienen también la obligación de ser empáticos?” Somos un país adolescente. Debemos madurar y encontrar la forma para tramitar el malestar, permanecer unidos en la diferencia, evolucionar juntos y proteger los derechos de todos en el camino.
Provoquemos nuestra tertulia con la idea del “pensamiento integrador” del que habla Roger Martin. Esa “capacidad de afrontar constructivamente la tensión de las ideas opuestas y, en lugar de elegir una a expensas de la otra, generar una resolución creativa de la tensión en forma de una nueva idea que contiene elementos de las ideas opuestas pero es superior a cada una”.
Nota: La semana pasada la columna impresa salió con un término incorrecto al referirme a la muerte de jóvenes en las protestas, dije asesinatos. Hay que esperar las investigaciones y confiar en la justicia. Me disculpo de todo corazón
* Director de Comfama