Columnistas

“Desrobotizar” la innovación

01 de septiembre de 2015

De los mismos creadores de tocarse la punta de la nariz con la lengua, es el reto de mirar para atrás sin voltear la cara. Los conejos sí pueden mirar atrás sin necesidad de girar la cabeza, los robots apenas están desarrollando una visión panorámica. Esa puede ser una de las razones por las que a lo largo de la historia se han involucrado los conejos con el conocimiento científico, mientras que de los humanoides robotizados solo se habla en algunas novelas futuristas de los últimos años.

Fue un conejo quien guió la exploración de la protagonista de Alicia en el país de las maravillas, en las novelas de Julio Verne es recurrente encontrar referencias a conejos, y ni qué hablar de la literatura infantil. ¡Incluso los conejos están metidos hasta en la política! Pongo a los conejos por delante para señalar la necesidad de simplificar el lenguaje científico y tecnológico, cuando hablamos de Innovación, que no es solo cuestión de robots.

Los conejos alcanzan en promedio una velocidad de 55 kilómetros por hora, mientras que Cheetah, el robot más rápido del mundo, según la BBC, corrió a 45,5 kilómetros por hora, en unas pruebas hechas hace un par de años. Así que no veo el sustento de que cuando hablemos de Innovación o de tecnología tomemos la imagen de un robot.

La Innovación solo adquiere sentido cuando se emplea en transformar la vida con la herramienta del conocimiento. En algunos países latinoamericanos se viene extendiendo una práctica que desarrolla la Innovación que solucione problemas sociales a partir del conocimiento tradicional, para luego llevarla al laboratorio, donde la tecnología permite beneficiar a un mayor número de personas en el mundo desarrollado.

Innovar socialmente es más que un asunto de robots, nace de compartir los zapatos con los otros, a la hora de generar productos y servicios que mejoren su calidad de vida. En algunos países africanos, al igual que en muchos lugares del mundo, incluido nuestro país, ante la dificultad de los padres de comprarles zapatos nuevos a los chicos conforme ellos van creciendo, unos emprendedores sociales desarrollaron zapatos que crecen con el pie. ¡Ahí no hay robots de por medio!

Incluso a nivel local contamos con nuestros propios ejemplos de “zapatos compartidos”, un innovador social desarrolló unas plantillas de bajo costo que amortiguan el impacto de Minas antipersona.

La innovación social es una práctica que va más allá de los robots y nace del desarrollo de características más similares a los conejos que a los humanoides.