Columnistas

DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA CORRUPCIÓN

12 de diciembre de 2014

Desde hace once años, la Asamblea General de las Naciones Unidas, designó el 9 de diciembre como Día Internacional contra la Corrupción, con el ánimo de crear conciencia en todo el mundo sobre esta amenaza y las formas de prevenirla o combatirla. A pesar de que Colombia es considerada una de las naciones con mayores índices en este oprobioso tema, el día pasó “como la luz del sol que pasa a través de un cristal, sin romperlo ni mancharlo.”

Ello es una lástima, pues el hecho de ser la corrupción un delito conocido desde tiempos tempranos en la historia de la humanidad, aunado a que algunos delincuentes con buena dosis de cinismo hayan afirmado que la corrupción es algo connatural a la condición humana, y a que se haya convertido en algo tan frecuente, que algunos observadores lo toman como parte de nuestra cultura, no justifica el quedarnos en la inacción.

El filósofo Glaucón de Atenas, (445 a. C.) hermano de Platón, sostuvo que todas las personas, por naturaleza somos injustas, pues hacemos el bien hasta que podamos hacer el mal. En tal sentido, solo somos justos por miedo al castigo de la ley o para obtener algún beneficio por un buen comportamiento.

Glaucón apoya su teoría en la leyenda mitológica del Anillo de Giges, del libro II de La República, escrito por su hermano. En ella, Giges, un pastor, encuentra un caballo de bronce con un cuerpo sin vida en su interior. El cuerpo tenía un anillo de oro y Giges decidió quedarse con él, pues tenía la propiedad de hacer invisible a su portador, cuando se le daba vuelta. Ello le permitió al pastor seducir a la reina, matar al rey, para apoderarse de su reino. Concluye Glaucón que si fuésemos invisibles como Giges, seríamos injustos por nuestra naturaleza.

La enseñanza es que nadie debe ser invisible ante la ley, pues la civilización y la justicia no pueden existir donde alguien escape a su poder.

Modernamente, la corrupción es un fenómeno social, político y económico, que afecta a todos los países, en diferentes formas, expresiones e intensidad. Ella es un lastre que socava la ética pública, desprestigia las instituciones, pervierte el imperio de la ley, ahuyenta la inversión y se convierte en un freno al desarrollo económico y a la calidad de vida.

La mayoría de los países prohíben “ofrecer, pagar, solicitar o aceptar sobornos o dádivas, incluidos el cohecho y los pagos realizados con el objeto de facilitar, agilizar o acelerar trámites administrativos”. En Colombia existe, obviamente, la misma prohibición. La diferencia está en la capacidad persuasiva de hacer cumplir la norma y la acción punitiva ante la infracción.

Es necesario visualizar e implantar políticas públicas tendientes a transformar la conciencia de las instituciones y de las empresas del sector privado. Como dijera Ban Ki-moon, se deben tomar medidas enérgicas contra la corrupción, avergonzando a quienes la practican y engendrando una cultura que valore el comportamiento ético.

Gran pesar me producen las últimas noticias sobre el accionar de algunos miembros de la Fuerza Pública, actos en que podría resultar comprometida la aplicación de nuestros principios, como guardianes de la heredad. La situación es delicada, pues como dice el pasaje bíblico en que Cristo les dice a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra, y si ustedes se corrompen, ¿cómo evitar que se corrompa el pueblo cristiano?”.