¿DIÁLOGO O NUEVAS IMPOSTURAS?
En una democracia, a la oposición, como al pueblo en general, no le cabe más que aceptar el resultado de las urnas. Pero no por eso debemos callar sobre la forma en que se consiguió vencer ni sobre la razón de haber perdido.
Los resultados electorales muestran que la aprobación del actual gobierno brasileño apenas roza un poco por encima de la mitad de los votos.
Es bueno retomar sin tardanza la ofensiva en la agenda y en el debate político. Para empezar, no se puede aceptar pasivamente que la “desconstrucción” del adversario, la propaganda negativa a costa de calumnias y deformaciones de datos sean instrumentos de la lucha democrática. En política, el todo se vale no es compatible con la legitimidad democrática.
Pero eso no es lo más grave. Más grave todavía es ver a la presidenta reelecta colocándose como la abanderada de la moralidad pública. Entre tanto, no respondió a la pregunta de Neves sobre si era solidaria o no con sus compañeros que están presos en la penitenciaría de Papuda.
Calló también ante la afirmación hecha en el proceso sobre el caso del ‘’Petrolão’’ (el escándalo del esquema de corrupción en la compañía estatal Petróleo Brasileño – Petrobras), de que el tesorero del PT, Joao Vaccari, era quien recogía las gratificaciones para su partido. Habiendo sospechas, está bien que no se condene antes del juicio, pero hasta probar lo contrario hay que alejarse del inculpado, como hizo Itamar Franco (presidente de Brasil 1992-1995) con un ministro y yo mismo hice con auxiliares, absueltos posteriormente, en el caso de SIVAM.
Peor aun. La propaganda fomentada por la alta directiva del PT inventó una batalla de “pobres contra ricos”. La propaganda falaz, en este caso, no está defendiendo una clase de exploración de otra, sino engañando a una parte del electorado en beneficio de sus autores. Eso no es política de izquierda ni de derecha, es mala fe política para mantener el poder a toda costa. También fue un embuste la insinuación de que la oposición está “en contra de los nordestinos”, como si no hubiese dirigentes nordestinos en el PSDB, así como electores de ese partido en el Nordeste.
También hubo errores de la oposición. El que está en la oposición necesita expresar en voz alta sus razones y persistir en su convicción, señalar los defectos del adversario hasta que el electorado acepte su visión. Para eso necesita organizarse mejor y arraigarse en los movimientos de la sociedad. Felizmente, esta vez Neves fue firme en la defensa de sus puntos de vista y, sin perder la compostura, les replicó a los adversarios a su altura, afirmándose como un verdadero líder.
Ante la llamada al diálogo de la candidata electa debemos responder con desconfianza; primero debe mostrar que no será complaciente con la corrupción.
Que permita que sus allegados y los más poderosos (ministros, aliados y altos líderes) respondan a las acusaciones. Que se les juzgue, antes de condenarlos, pero que no se obstruyan los procedimientos de investigación y legales (da Silva trató de postergar todo lo que pudo la decisión del Tribunal Supremo Federal sobre el escándalo del “mensalão’’ –mensualidades– un esquema de pagos ilegales a parlamentarios).
Que primero la presidenta reelecta se comprometa con el tipo de reforma política que desea y aclare mejor el sentido de la “consulta popular” a la que se refiere (¿plebiscito o referendo?).
Que se debata, claro, en la sociedad civil y en el Congreso, pero que explique lo que ella entiende por reforma política. Del mismo modo, que tome las medidas económicas para que veamos por qué rumbo irá su gobierno.
Solo se puede confiar en quien demuestra con hechos la sinceridad de sus propósitos. Después de una campaña de infamias, se vuelve difícil creer que el diálogo propuesto no será una manipulación.
Solo el tiempo podrá restablecer la confianza, si hubiera un cambio real de comportamiento. La confianza es como un jarrón de cristal: una pequeña grieta daña la pieza completa