Columnistas

“Dime cómo vistes y te diré quién eres”

17 de abril de 2017

Es un principio básico de las relaciones sociales que nuestra apariencia influye decisivamente, tanto en nuestra conducta como en la impresión que damos a los demás, y por ende, en su actitud hacia nosotros. Esto significa que la forma como vestimos es nuestra carta de presentación ante la gente, pues dice mucho sobre quiénes somos.

Hoy con frecuencia las vestimentas de las adolescentes son tan atrevidas que están víéndose como jóvenes “fáciles” de seducir, aun cuando no lo son. Parece que la moda juvenil ahora se guía por el exhibicionismo que promueven algunos anuncios publicitarios al presentar a niñas en poses seductoras para atraer el interés del público. Así, los pantalones descaderados que apenas les cubren el pubis, el torso desnudo con los pantis “seda dental” a la vista, los “tops” de telas traslúcidas y escotes atrevidos hacen que algunas niñas se vean vulgares o provocativas.

No es de sorprender que la cultura consumista use y explote a la mujer para promover sus negocios y que aproveche la necesidad de las niñas de liberarse de los tabúes sexuales para animarlas a exhibirse. Pero sí sorprende que los padres permitamos que ellas se vistan en forma atrevida. Valdría la pena preguntarnos ¿qué dicen sus vestimentas sobre ellas?

Es urgente evitar que los deseos de popularidad de las niñas las lleven a que se expongan como objetos sexuales porque así serán tratadas. Vestidas en forma atrevida serán más “seductoras”, pero no más bellas ni mejores personas.

Como padres tenemos que defender a nuestras hijas contra la manipulación de las industrias que se lucran explotándolas y contra la moda que expone su intimidad y las predispone a ser abusadas. Ayudémosles a liberarse de la presión para que muestren más de lo debido a base de conquistar la plenitud de sus derechos y el reconocimiento de que son mucho más que un cuerpo. Es urgente que les hagamos ver a las hijas que sus cualidades físicas no deben ser un objeto para lograr más conquistas sino, ante todo, ser un testimonio de sus dones naturales, así como de la bondad de su corazón y de su abundante belleza interior.