Columnistas

Disrupciones

02 de marzo de 2020

Sin entrar en los hechos científicos relacionados con el coronavirus Covid-19, que deberían estar reservados a los epidemiólogos, en temas tales como el valor esperado de nuevos infectados o la letalidad real de la enfermedad, se pueden resaltar las disrupciones (interrupciones súbitas de algo, según la RAE), que ha provocado esta nueva epidemia. La primera es la transmisión prácticamente en directo de la difusión de la enfermedad, ya que es fácil encontrar en algún medio de comunicación un mapa interactivo que lleva la cuenta, en tiempo real, del número de contagiados y de fallecidos por la enfermedad.

Hay un aspecto, de otro lado, que resulta muy impresionante y también salió a flote con la crisis sanitaria: la capacidad de China para involucrar a la población en la solución de un problema que los afecta a todos. Se había olvidado lo que decía el filósofo y economista Charles Bettelheim cuando al referirse al modo de producción asiático hablaba de las sociedades hidráulicas, que construían grandes obras que, como la muralla china, movilizaron a millones de personas. En este caso, el aparato político y administrativo puso en marcha un operativo que logró aislar a más de millones de chinos (algunos estiman en 750 millones los que en algún momento llegaron a estar en cuarentena), poner en funcionamiento hospitales de emergencia, distribuir mascarillas y canalizar el flujo de la información útil de servicio.

Otra novedad es el impacto económico del coronavirus. A pesar de los avances en la contención de la enfermedad en China, el coronavirus ya dislocó la economía mundial, la desordenó como dice el semanario The Economist, precisamente por la importancia que tiene esa economía en lo que se podría llamar el nuevo orden económico global. Al fin y al cabo, China representa un tercio del crecimiento mundial y está muy involucrada en las cadenas de valor y el comercio mundiales. De hecho, desde cuando el Sars se declaró hace 17 años, la economía china pasó de representar 4 % del PIB mundial a casi el 17 %.

De ahí que el impacto del coronavirus sea mucho mayor en el ámbito económico que el observado en tiempos del Sars. Además del choque sobre la economía global que podría llamarse directo, ha comenzado el contagio financiero por distintos caminos, como la caída de las principales bolsas internacionales esta semana, tras confirmarse la propagación del virus en otros países de Asia (Corea del sur y Japón, entre otros) Europa (Italia, Alemania, Francia, Gran Bretaña) y Estados Unidos (más de medio centenar de infecciones).

La epidemia también mostró a occidente algunas realidades de China, en la medida en que puso en evidencia las contradicciones al interior del régimen, la centralización del poder, el control de la información, el autoritarismo. Por eso es difícil que se presente otra disrupción, el juicio político que debería hacerse a los responsables de que no se hubiera dimensionado a tiempo la magnitud del problema. Por el contrario, lo que se conoce es que, como siempre en la historia china, se protege a los altos dirigentes. Incluso, el ya fallecido médico quien primero alertó sobre el virus fue sancionado por provocar pánico. Sería pedir demasiado, aún a pesar de la gravedad de la situación, ya que China sigue siendo China y no una democracia liberal.