Donald Trump y la autoridad moral americana
Aunque los Estados Unidos nunca han perfeccionado la práctica de sus principios, líderes americanos de ambos partidos por mucho tiempo han visto a su país como un modelo digno de emular. El nominado presidencial republicano, Donald J. Trump, se apartó de esta visión en una impactante entrevista con The Times.
A Trump le preguntaron sobre órdenes del presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía de detener a decenas de miles de ciudadanos turcos. Cuando le preguntaron si presionaría a Erdogan para “asegurarse de que la ley se aplique”, Trump no hizo énfasis en la delicada naturaleza de criticar a un importante aliado estratégico.
Cambió su enfoque hacia adentro, diciendo que “cuando se trata de libertades civiles, nuestro país tiene muchos problemas, y creo que es muy difícil para nosotros involucrarnos en otros países cuando no sabemos lo que estamos haciendo y no podemos ver las cosas claramente en nuestro propio país”.
Los problemas que él tenía en mente eran “cuando los policías están siendo acribillados en las calles, cuando hay alborotos, cuando se tiene a Ferguson. Cuando se tiene a Baltimore. Los Estados Unidos tienen que “enfocarse hacia estos problemas”, dijo.
Este argumento, que EE. UU. no podía ser un modelo por causa de sus problemas domésticos, fue presentado durante los primeros años de la Guerra Fría, cuando la segregación racial y violencia contra los manifestantes por los derechos civiles generaron críticas internacionales. Pero este caso fue presentado por los propagandistas soviéticos, no por candidatos presidenciales americanos.
Durante la crisis por la desegregación escolar en Little Rock, Arkansas, por ejemplo, el periódico soviético Izvestia criticó a líderes americanos por tener la “audacia de hablar sobre ‘democracia’ y hablar como apoyantes de ‘libertad’ mientras que multitudes racistas bloquearon a estudiantes afro-americanos a la entrada a la escuela secundaria central de Little Rock. Observadores extranjeros simpatizantes expresaron preocupación porque la discriminación americana podría menospreciar la habilidad de Estados Unidos para condenar la injusticia en otros lugares.
Presidentes americanos durante el punto más alto del movimiento de los derechos civiles, como Trump hoy, pensaron que el criticismo importaba. Pero no los llevó a abstenerse de censurar el autoritarismo. En cambio trabajaron para manejar la injusticia en casa en parte para proteger el papel de América en el mundo.
El presidente Dwight D. Eisenhower, un republicano, es un buen ejemplo. Poco tiempo antes de la crisis en Little Rock, Eisenhower dijo que no podía imaginar utilizar tropas federales para reforzar una orden de desegregación. Dos meses después, reversó su postura. En un discurso a la nación, el cual su secretario de Estado, John Foster Dulles, ayudó a escribir, el presidente dijo que era “difícil exagerar el daño que está siendo hecho al prestigio y la influencia, y ciertamente a la seguridad, de nuestra nación y el mundo” por la agitación racial.
Tropas federales harían más que traer ley y orden a Little Rock y habilitar a estudiantes afroamericanos para asistir a la escuela central secundaria, dijo Eisenhower.
En mayo de 1963, cuando la policía en Birmingham, Alabama, trató con brutalidad a manifestantes de derechos civiles, personas alrededor del mundo reaccionaron con horror. Como lo expresó el presidente John F. Kennedy, el hecho de que “predicamos libertad alrededor del mundo” es en parte la razón por la cual justificó la intervención federal. Al llamar a los derechos civiles un “asunto moral” que era tan “claro como la constitución americana”, él vinculó las dificultades domésticas de América con su liderazgo global. “¿Acaso le vamos a decir al mundo, y más importante aún, unos a otros, que esta es la tierra de los libres con la excepción de los negros?”, preguntó Kennedy.
Presidentes pasados han tenido varias motivaciones detrás de un compromiso con el ideal de la igualdad. Una razón, promovida por secretarios de estado sucesivos, era que proteger los derechos en casa importaba para la posición global de América. Desde esta perspectiva, los comentarios de Trump iluminan su ideología de campaña “América Primero”. Él rechaza la idea de que el liderazgo moral americano importa.
Si los valores de justicia americanos no importan para la diplomacia, parecen importar aún menos en casa. En lugar de promover una resolución para las tensiones raciales que motivaron el movimiento Black Lives Matter (las vidas negras importan), Trump llamó a los manifestantes una “desgracia” y dijo al canal Fox News que “creo que están buscando problemas”. Mientras el mundo mira hacia las elecciones de EE. UU. es finalmente el electorado el que tendrá la palabra final en cuanto a si nosotros, como nación, estamos listos para aceptar la idea de que la democracia americana no tiene nada para ofrecer al mundo.