Columnistas

EL ALTO PRECIO DE RECHAZAR EL ACUERDO CON IRÁN

18 de agosto de 2015

Por Jacob J. Leer

El acuerdo nuclear de Irán ofrece una solución a largo plazo a las amenazas más urgentes de nuestro tiempo. Sin este acuerdo Irán, el principal patrocinador mundial del terrorismo, estaría a menos de 90 días de tener suficiente material físil para hacer una bomba nuclear. Este acuerdo reduce en gran parte la amenaza del programa nuclear de Irán.

Sin lugar a dudas los Estados Unidos sí tiene tremenda influencia económica. Sin embargo no fue solamente esta influencia la que persuadió a países de Europa y Asia para unirse a la actual política de sanciones, una que requirió que hicieran sacrificios costosos, restringir la compra de petróleo de Irán y retener las reservas extranjeras de Irán en un fideicomiso. Se unieron a nosotros porque presentamos el caso de que el programa nuclear de Irán era una amenaza desenfrenada para la estabilidad global.

En los ojos del mundo el acuerdo nuclear, endosado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y más de 90 países, maneja la amenaza del programa nuclear de Irán al contenerlo a largo plazo y asegurar que sea exclusivamente pacífico. Si el Congreso rechaza este acuerdo ahora, los elementos que eran fundamentales para establecer ese consenso internacional dejarán de existir.

El simple hecho es que, después de dos años de poner a prueba a Irán en negociaciones, la comunidad internacional no cree que incrementar sanciones logre persuadir a Irán para que erradique todos los rastros de su muy luchado programa civil nuclear o corte los lazos con sus delegados armados en la región.

En lugar de hacer más duras las sanciones, una decisión del Congreso por rechazar unilateralmente el acuerdo pondría fin a una década de aislamiento de Irán y pondría a los Estados Unidos en desacuerdo con el resto del mundo.

Sin embargo algunos críticos alegan que podemos obligar a estos países imponiendo poderosas sanciones secundarias en contra de quienes se niegan a seguir nuestro ejemplo.

Eso sería un desastre. Los países de los que necesitamos cooperación, incluyendo aquellos en la Unión Europea, China, Japón, India y Corea del Sur, así como las compañías y bancos que manejan sus compras de petróleo y guardan sus reservas extranjeras, están entre las economías más grandes del mundo. Si los aislamos del dólar americano y nuestro sistema financiero, también desataríamos una extensiva hemorragia financiera, no solo en nuestros países socios sino también en los Estados Unidos.

Los principales importadores de petróleo iraní, China, India, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Turquía, juntos representan casi una quinta parte de nuestra exportación de bienes, y son dueños del 47 % del tesoro americano sostenida en el extranjero. No estarán de acuerdo con hacer sacrificios económicos infinitos en nombre de un mejor acuerdo ilusorio. Tenemos que pensar muy seriamente antes de amenazar con paralizar a los bancos y compañías principales en estos países.

Considere el banco del Japón, un propietario clave de reservas extranjeras de Irán. Bloquear al Japón del sistema bancario americano por medio de sanciones significaría que no podemos cumplir con nuestra responsabilidad soberana de prestar servicio y pagar más de un trillón del tesoro americano sostenido por el banco central del Japón. Esas serían las consecuencias directas de nuestras sanciones, ni hablar de los efectos económicos más adelante y la inevitable represalia.

Tenemos que recordar la historia reciente. En 1996, ante la ausencia de cualquier otro apoyo internacional para imponer sanciones contra Irán, el Congreso trató de obligar a las compañías extranjeras, creando sanciones secundarias que amenazaban con penalizarlos por invertir en el sector energético de Irán, la idea era obligar a las compañías internacionales de petróleo a que escogieran entre tener negocios con Irán o con los Estados Unidos, con la expectativa de que todos nos elegirían a nosotros.

Esto enfureció a nuestros socios extranjeros, en particular a la Unión Europea, la cual amenazó con tomar represalias y referirnos a la Organización Mundial del Comercio y pasó su propia ley prohibiendo a las compañías que cumplieran.

El acuerdo al que llegamos el mes pasado es fuerte, sin precedentes y bueno para América, con todos los elementos claves que la comunidad internacional exigió para evitar que Irán consiguiera un arma nuclear. El Congreso debería aprobar este acuerdo e ignorar a los críticos, quienes no ofrecen alternativa.