El Amigo
Amable lector. Las palomas mensajeras además de su bonita figura tienen la capacidad de volar diez horas o más, sin detenerse para regresar al palomar que es su hogar; ellas no van sino que vuelven a su nido.
El palomar es un área cubierta, a manera de ejemplo, una superficie de 10 metros cuadrados. En las horas de la mañana salen a volar por largo rato y después regresan en busca de alimento y a descansar. Los aficionados, cuando los pichones tienen tres meses de nacidos los llevan a distancias de 5 km, 10 km, 40 km y más y las sueltan para que aprendan a volver a casa.
Las palomas mensajeras poseen una especie de GPS que les permite orientarse. Cuando las palomas de Medellín se envían a Pasto y desde allá se sueltan; luego de sobrevolar sobre esa ciudad unos minutos saben que deben dirigirse hacia el norte. Si se mandan desde acá a La Guajira vuelan dos o tres minutos y se orientan en dirección al sur. Al aproximarse al lugar del palomar distinguen el entorno que les permite posarse sobre este.
Un colombódromo, es un palomar que se construye en una ciudad cualquiera, donde los colombófilos envían sus pichones de un mes de nacidos. El último se realizó en Bogotá. En el mes de marzo se recibieron cerca de 1.200 palomas de aficionados de Colombia y otros países.
El sábado 18 de agosto antes de las 6:30 a. m. se soltaron 770 palomas desde Bosconia (Cesar) a una distancia de 570 kilómetros del norte de Bogotá. A eso de las 4:30 p. m. llegaron las dos primeras y luego catorce más. Los días domingo y lunes habían regresado cerca de seiscientas. Una de ellas cayó sobre el palomar, no podía moverse; tenía las dos patas quebradas. Sin embargo, a pesar de estar herida luchó hasta regresar a casa. Los seres humanos, por el contrario, y en especial los jóvenes, se rinden ante cualquier dificultad.
Uno de los colombófilos de mayor tradición en nuestro medio, hace un par de meses se enfermó. Él pidió, que con excepción de su familia, solo quería que lo visitaran dos de sus amigos aficionados a las palomas. El que vivía fuera de Bogotá cuando se enteró que estaba delicado, no dudó en dejar sus negocios para estar a su lado durante sus últimos días y ayudarle en todo lo que pudo.
Desde su lecho de enfermo con frecuencia preguntaba por sus palomas. El día sábado su esposa le hizo saber que ya le había llegado una. Se alegró, cerró los ojos y pocas horas después voló a la eternidad. No mucha gente en nuestro medio tiene palomas mensajeras y casi nadie amigos que sean capaces de dejar los negocios para acompañar a los que pasan por momentos difíciles.
Las personas que cuidan las palomas mensajeras son las que mejor conocen la parábola del hijo pródigo; toda la vida las siguen esperando; como el padre que perdió a su hijo.