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EL CARTEL DE LA TOGA: NO

06 de octubre de 2017

Desviar el significado de las palabras, buscando calificativos inadecuados, que en lugar de enaltecer una figura, pretendan darle un tratamiento peyorativo a un símbolo de alto significado ético y social, no es conveniente y conlleva un grave irrespeto hacia las personas y la institucionalidad.

Desde los albores de la civilización occidental, específicamente en la antigua Roma, la toga fue considerada un símbolo de grandeza; sólo podía ser utilizada por los ciudadanos que no hubiesen sido condenados por causas criminales y llevaban distintos diseños y colores de acuerdo con su estratificación. Desde aquel entonces se consideró que la toga encarnaba la pulcritud, la lealtad, la honestidad y los valores supremos de igualdad y libertad.

El origen de la toga negra en la justicia, parece encontrarse en Inglaterra. Allí la justicia operaba a nombre del rey, cuyo poder venía de Dios, razón por la cual los jueces se vestían como pequeños monarcas. En España surgió en el siglo XIV en el Consejo de Castilla, órgano asesor del rey, que cumplía funciones de primitivo alto tribunal.

En el lenguaje técnico jurídico, cartel es un término que describe un acuerdo informal suscrito entre empresas del mismo sector, para reducir o eliminar la competencia en un determinado mercado. También se ha utilizado para identificar organizaciones ilícitas. En la política criminal de la DEA, se usa como sinónimo de mafia.

Estos términos han sido sacados de su contexto y se han utilizado para identificar cualquier tipo de conducta ilícita plural. Quizás esa es la razón por la cual, de manera inapropiada, los medios de comunicación y algunas autoridades, vienen hablando del “cartel de las togas”, para señalar a quienes en forma organizada utilizan su dignidad de jueces y magistrados para obtener beneficios indebidos, a cambio de proferir decisiones contrarias a la ley y la ética.

Se trata de un mensaje equivocado, con graves efectos, pues a partir de estos calificativos, la sociedad termina por tratar peyorativamente a quienes ejercen la sagrada función de administrar justicia, olvidando que las sociedades modernas no pueden existir sin la presencia del juez encargado de dirimir los conflictos de derecho.

El lenguaje que se viene utilizando, hace que el ciudadano corriente termine por considerar que el juez en su actuación con toga, en lugar de representar una dignidad objeto de respeto, sea sujeto de burla y desconfianza, no obstante tratarse de una exigencia consagrada por las leyes procesales.

Por el contrario, los jueces o magistrados que con sus actuaciones vienen mancillando el buen nombre del Derecho y la judicatura, deben ser descalificados por su grave ofensa hacia la majestad de la justicia, uno de cuyos símbolos es la toga. No es sano producir confusión, por eso en lugar de tratar de ridiculizar el significado de la toga, los medios y los distintos órganos del Estado, tienen el deber de orientar todos los esfuerzos institucionales, sociales y académicos para devolverle el alto significado y elevado nivel a un símbolo universal de la justicia.