Columnistas

El concepto de desarrollo

04 de febrero de 2016

Por Marilyn Forero Olaya
Universidad Católica de Oriente
Comunicación Social, octavo semestre
olayamary@gmail.com

Desde que tengo memoria, se ha conceptualizado, establecido y casi impuesto el concepto de desarrollo, que se aplica, básicamente, al crecimiento económico o al progreso urbanístico.

Si nos remitimos a la definición de la Real Academia Española, desarrollo es la “acción y efecto de desarrollar o desarrollarse”. Sin embargo, la explicación no deja de lado el contexto económico: “Evolución de una economía hacia mejores niveles de vida”.

Si el diccionario es al lenguaje lo que la Biblia a la Iglesia, se podría asegurar que uno de los principales factores que originan que dicho concepto se “confunda” o transfigure es la amañada interpretación que se le da.

El desarrollo no es, necesariamente, crecimiento económico, no es la acumulación de capital y no es la industrialización del campo.

Entonces, qué es. Para la académica María Cecilia Múnera, que ha estudiado desde una perspectiva crítica este concepto, el desarrollo de o para las sociedades constituye un proceso cuyo principal interés o razón debe ser la reincorporación del ser humano como actor vivo y siempre propositivo en los procesos que lo vinculan a la sociedad.

El concepto le apunta al “bien-estar” de los seres humanos, en tanto se les reconozca su participación en los procesos de construcción colectiva. Entendiendo el desarrollo de esta manera surge la pregunta: ¿Es posible el desarrollo en una sociedad tan corrupta como la colombiana?

Tal vez el “Buen Vivir” o el plan que vienen aplicando algunos gobiernos, sea la respuesta, pero no la panacea. Para Múnera, el antropocentrismo causa que el hombre acabe con sus recursos, con el ambiente y con su sostenimiento sin importarle la posteridad.

Adueñarse de recursos que beneficiarán a la sociedad no es más que la muestra de la adaptación individualista del “desarrollo”; por lo tanto, el “Buen Vivir” aplica para las sociedades desarrolladas, en el sentido de que comprenden qué es lo realmente valioso.

Resignificar el concepto requiere arrancar su malinterpretada finalidad, entendida como acumulación, aplicación de modelos internacionales y la venta de lo propio. Resignificar el concepto en la práctica podrá hacer del “Buen Vivir” no una utopía sino una posibilidad para el país y por qué no, para el mundo

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