El costo de la soledad
“Primero está la soledad...”, dice el primer verso de un poema bellísimo de Darío Jaramillo. Lo he oído recitar tantas veces, y cada que lo escucho, lo paladeo, me soporto en las frases que conozco y trato de memorizar por fin las que aún no; este poema me hace creer en igualdad de proporciones en la soledad y en el amor, en el pecado original, en la esencia, en el dato básico de los poemas de amor: “(...) pero no olvides, especialmente entonces,/ cuando llegue el amor y te calcine,/ que primero y siempre está tu soledad/ y luego nada/ y después, si ha de llegar, está el amor”.
Y pienso en la soledad por estos días, más que en el amor, porque justo el 24 de diciembre leí un artículo en El País de España que me llamó muchísimo la atención. Se titula: “La factura económica de la soledad”. Resulta que las sociedades modernas viven una pandemia de aislamiento. La gente ahora, más que antes, vive sola y envejece sola. Según Carlos Martín, director del Gabinete Económico de Comisiones Obreras, “el sistema capitalista promueve las actividades individualistas, lo que prende la hostilidad entre las personas. Una sociedad moderna y sociable sería aquella que fomenta las relaciones cooperativas en vez de las competitivas como fuerza de progreso”. Y esto para las sociedades cuesta muchísimo, porque según dice el mismo artículo, la soledad es muy dañina para la salud. Según estudios de la Universidad de Stanford, la soledad tiene el mismo efecto que fumar 15 cigarrillos al día y aumenta un 31 % el riesgo de morir. Es el detonante de enfermedades como la hipertensión, la demencia, los ataques cardiacos o la depresión. Por algo, Theresa May, primera ministra británica, incluyó a comienzos de este año, dentro del Ministerio de Deportes y Sociedad Civil, un gabinete dedicado a la soledad. A pesar del nombre, que da la impresión de que un grupo de poetas podría asumir el cargo, la cosa es más seria de lo pensado, por algo tiene un presupuesto de 20 millones de libras para afrontar un problema que acorrala a 1,3 millones de adultos británicos.
La soledad está dejando de ser un poema de amor y comienza a ser un problema muy grave. Hay más cifras aterradoras al respecto que no mencionaré pero que también dan para escribir tragedias contemporáneas. Ahora, no quiero terminar esta columna como si la soledad siempre estuviera mal. Recordemos que antes del amor está la soledad. Hagamos el intento de mirar la soledad de otra forma, no exponencial, no tan radical, démosle también valor a la soledad tranquila, a la elegida, a la que también mantiene contento el corazón y lo prepara para que llegue entero ese poema de Darío Jaramillo que uno recuerda porque, “acaso una noche, a las nueve,/ aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina dentro de ti,/ y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso...”.