Columnistas

El cretinismo a la vista

19 de diciembre de 2017

Cretino significa, literalmente, “estúpido, necio”. Un calificativo bastante pesado y pasado de tono. La palabrita viene al caso porque hace unos días, el señor que tiene de alias Jesús Santrich, uno de los guerrilleros de las Farc desmovilizados y con mayor necesidad de reconocimiento público para alimentar su ego, lo usó contra el periodista de RCN, Alejandro Arteaga.

Esta es la historia: Arteaga le preguntó a Byron Yepes, quien fuera uno de los consentidos del Mono Jojoy (ya se imaginarán la joya de hombre) y quien hoy oficia como candidato a la Cámara por la Farc, sobre los abortos que ordenó cometer a guerrilleras en la selva. Ante su inminente gagueadera, Santrich, como si fuera un camaján de barrio, saltó envalentonado y encaró al periodista diciéndole: “No señor, así no es, estamos en un proceso de paz y no en una situación de conflicto, así que párenle, así no es la cosa, eso es ser cretino, sea serio”.

Días después, Santrich justificó su actitud apelando a una retórica de tolerancia, reconciliación e inclusión, que por demás le suena forzada. Dijo que los periodistas usan los medios como “tribunales de inquisición” y que en este momento de peace and love con ellos, eso no es serio. En otras palabras, songo sorongo, pidió que no les hagan preguntas malucas.

Lo que Santrich no se da cuenta es que quizás muchos colombianos piensan que el cretino es él y pensarán así porque no le toleran el desparpajo y la ironía que ha tenido con temas que han causado tanto dolor al país. Cría cuervos y échate a dormir, así de simple. Eso pasa porque los miembros de las Farc asumieron una actitud chocante, con la cual abusan de las libertades que hasta hoy les ha dado la democracia y la legalidad. Se les va la mano haciendo del poder espurio que se les brindó, un sofisma de distracción para ponerles mordaza a los vasos comunicantes que podrían tener con la sociedad civil.

El hecho de que los medios de comunicación -como debe ser- los aborden y que les permitan pasar día tras día por sus micrófonos o líneas escritas dándoles la posibilidad de dar a conocer sus argumentos, no excluye que puedan hacer las preguntas de fondo por más incómodas que les parezcan. Mr. Santrich y los demás exguerrilleros deben entender que los medios tienen por obligación asumir un papel clave en todo este proceso. Por eso, los confrontan para evidenciar aquellas cosas que no son admisibles, las mismas por las que deben pagar, las mismas que deben resolverse para que Colombia abone el terreno para el perdón y la reconciliación.

Lo que da tristeza es que el Gobierno no ha sido capaz de ponerle el cascabel a ese gato que crearon en La Habana. Un gato ronrronero que pide y pide que lo consientan, pero que en el momento en el que le restriegan la cara con la verdad, saca ínfulas de tigre ardido. Entonces, el hecho de que Santrich o cualquier otro miembro de la Farc se indigne, ironice con lo que los demás piensan o se llene de sentimiento vallenato porque les preguntan con argumentos sobre las verdades incómodas, no puede verse como un hecho menor. Eso sí sería cretinismo puro y duro ante una sociedad que requiere de la verdad como única condición para decidir el camino hacia el perdón y la reconciliación.