El dinosaurio estaba allí
Cuando desperté de la siesta el día del plebiscito, el dinosaurio del NO estaba allí, en la pantalla del televisor. Los que dormíamos por anticipado el sueño del triunfo arrollador quedamos sin norte, sur, oriente, ni occidente.
Me fue mejor en el plebiscito del 57 cuando fui a matinal doble en el teatro Aranjuez.
“Esperemos los votos de la costa”, me dije, espantando las últimas briznas de sueño, recordando al expresidente López quien expresó algo parecido en otra coyuntura electoral.
Nunca llegarían los votos salvadores por López ni por el sí al acuerdo con las Farc.
Mientras los boletines de la Registraduría iban llegando, visité mi siquiatra de pared, el espejo: Tenía cara de retrato hablando, de N.N. Idéntica cara lucirían después por televisión el presidente Juampa y los circunspectos negociadores.
Felizmente, por acuerdo gobierno-Farc, por lo pronto callan los fusiles. Importa la paz, así no “haiga” plebiscito. Vale decir con Confucio, no con Maturana, que perder
es ganar.
El domingo, un diablillo sectario “que me habita” tardó en aceptar el revés. ¡Pero si los uribistas habían aceptado por anticipado la derrota con el argumento de que el fraude estaba listo! No podían estar equivocados...
Apenas me creía un amigo al que llamé para informarlo de “su” triunfo y felicitarlo. Las ganas con las que lo felicité eran tan robustas como el sí del vicepresidente Vargas Lleras y del doctor Fico, alcalde de Medellín.
Analizando la reacción de mi amigo, asumí que los partidarios del no querían votar. Descartaban el triunfo. Casi piden disculpas. Los veo encartados con la victoria. Como los ingleses con su brexit.
Cuando suceden reveses inesperados, se congestionan los consultorios de cardiólogos y siquiatras.
Para ahorrarme el vale de la prepagada, a la sobredosis de cidrón que me empaqué, le mezclé la película El extra, de Cantinflas, y La legión extranjera, con Laurel y Hardy. Entre todos me devolvieron la sonrisa.
Entrada la noche, para recuperar la serenidad, que no falten los nocturnos de Bach, perdón, de Beethoven, qué digo, de Chopin. Comparto
la receta.
Quedamos divididos miti-miti. Ahora a entendernos con un ganador esquivo que se hará rogar, como las bellas retrecheras. ¡Ave, triunfadores, bienvenidas sus luces! Los necesitamos como el cocuyo a la oscuridad. Menos mal los egos de Santos y Uribe decidieron mirarse a los ojos. Les tocó demostrar qué clase de líderes son.
Diría lo mismo de las Farc que volverán a poner presidente. Ya empezó la campaña: Óscar Iván Zuluaga, Carlos Holmes e Iván Duque, se estrujaban para salir en la foto con Uribe. En Bogotá, Pacho Santos, seguro del triunfo a pesar del escepticismo de los suyos, lamentaba estar a años luz de Llanogrande.
Me fui a roncar lamentando que Dios hubiera tomado compensatorio el día del plebiscito. Aunque a lo mejor estaba en la costa fabricando huracanes....