Columnistas

El encierro escolar una falsa libertad

05 de octubre de 2020

Que en este país estamos rezagadísimos en educación, que en vísperas de la Cuarta Revolución Industrial apenas estamos acomodándonos en la tercera (internet, digitalización, información) y que las oportunidades de innovación de la pandemia han sido en gran parte desperdiciadas en materia educativa, son conclusiones que saltan a la vista, sobre todo porque ni el estado ni la llamada sociedad civil han instrumentado una gran estrategia para marcar un giro copernicano que transforme los conceptos, objetivos y métodos de formación de nuevos ciudadanos.

La primera equivocación ha consistido en desconocer la naturaleza integral de la educación y dejar en el plano abstracto del enunciado constitucional los propósitos y responsabilidades concretos de la comunidad educativa. Esta figura yace en el artículo 68 de la Carta. Sigue confundiéndose con la comunidad escolar o de aprendizaje, que se limita a quienes tienen como escenarios el aula y la escuela. La comunidad educativa abarca los hogares, los medios de comunicación y hasta el llamado mundo de la vida. Sus objetivos apuntan a promover la participación de la familia, de la comunidad y de otras instituciones en el proceso educativo y propiciar las acciones de organismos de cada localidad (bibliotecas, museos, casas de la cultura) que propendan al progreso, bienestar y superación de la vida comunal.

Ha sido sorprendente en estos meses la aparición de centenares de cursos de formación continua en universidades públicas y privadas. Ojalá ocurriera lo mismo con los colegios y escuelas. Con esa programación paralela pueden vincularse las comunidades educativas. Desde el Ministerio y las secretarías podría impulsarse ese cambio trascendental. Muchísimos adolescentes han administrado su tiempo al matricularse en programas nuevos, con los que han accedido a la capacitación en oficios y profesiones que están desplazando los antiguos y que no se ofrecen en los establecimientos tradicionales. Si maestros y padres de familia avanzaran en la reflexión pedagógica, aprenderían a enseñar distinto y a utilizar con adecuada selección fuentes abundantes y confiables de conocimiento, mediante el respaldo de prensa, radio, televisión y medios audiovisuales e informáticos, supervisados por las comunidades educativas, que asumirían sus deberes y derechos.

El cambio puede apoyarse en el replanteamiento de la gradualidad: La formación continua no debe dejarse como tarea terminal, para cuando concluyan los ciclos formales. La continuidad debe empezar desde el comienzo mismo de todo el proceso. Convenzámonos, sin tanto romanticismo y tanta nostalgia por los salones, los patios y los recintos escolares, de que, para muchísimos estudiantes, el encerramiento en el hogar con el recurso de la bienvenida virtualidad, ha sido muchísimo más provechoso como fuente de aprendizaje útil y de formación de una estructura ética y moral, que la falsa libertad de encerrarse en las cuatro paredes de una escolaridad anacrónica.