El “eslabón perdido”, no lo está
El novelista G. K. Chesterton, un experto en personajes detectivescos como el Padre Brown, que en sus historias resolvía intrincados misterios con agudeza e intuición, parece que renunció, aunque sin mucha angustia, a la búsqueda del “eslabón perdido” cuando dijo: “Todo lo que sabemos del eslabón perdido es que él está desaparecido, y tampoco lo vamos a extrañar”.
Cuando algo permanece durante mucho tiempo sin hallarse, puede ser por varias razones, de las cuales menciono tres. La más depresiva de todas, es porque torpemente creíamos que existía y por lo tanto la pesquisa era infructuosa. Pero en caso de que sí exista, hay dos posibilidades. Una de ellas es que no tenemos todavía las herramientas que permitan encontrarlo, y la otra es que estamos buscando donde no es, y en este caso tener muchos instrumentos es lo mismo que no tener ninguno.
El eslabón perdido ha sido el nombre dado a la pieza faltante en la secuencia que, en la concepción de la evolución como un proceso lineal y no como un árbol ramificado, hace posible conectar o sirve de transición entre el “homo habilis” y el “homo sapiens”.
Pero cuando uno ve kilométricas filas de cretinos con una dotación neuronal máximo del 19 %, apiñados como semovientes en semejante epidemia y con un bicho tan contagioso, para ahorrarse el IVA en la compra de una licuadora; cuando nos topamos con gente sin tapabocas o con ellos como portacumbambas; cuando nos enteramos que algunos tomaron blanqueador de ropa porque su presidente, con el cerebro tan o menos amoblado que el de ellos, les sugirió que debía ser bueno para matar el virus de la covid-19; cuando en este siglo todavía hay terraplanistas y gente negando vacunarse y vacunar a sus hijos porque es una conspiración del “Globalismo”; o cuando millones todavía les creen a senadores, académicos y precandidatos presidenciales autodenominados como “alternativos y renovadores” de la política, que el “ingreso básico universal” es un derecho humano y además es viable económicamente, entonces uno entiende que el eslabón no es que esté perdido sino que lo han estado buscando donde no es. Los arqueólogos han perdido décadas y levantado innecesariamente toneladas de polvo escarbando bajo la superficie terrestre, sin caer en cuenta que millones de eslabones perdidos, si es que llegan a ser algo más que simples “homo erectus”, caminan encima de ella.
No deja de asustar ni es fácil aceptar lo pendejo que es el humano “promedio”. Pero lo que de verdad quita el sueño es que eso significa que un 50 % de la población es aún más estúpido. En esos términos la covid-19 es un mal menor y no serán los virus los que acaben con la especie humana.
Como Chesterton, yo no extraño al “eslabón perdido” sino al “homo sapiens” que todavía no nace o es apenas una minúscula mutación del “homo habilis” que parece dominar la tierra.