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EL ESTADO ISLÁMICO AÚN NO ESTÁ MUERTO

11 de julio de 2017

Por ANTONY J. BLINKEN
redaccion@elcolombiano.com.co

La liberación de Mosul -la capital de facto del Estado Islámico en Irak- marca un punto clave en la guerra contra el grupo terrorista más peligroso del mundo. Daesh, como es conocido el Estado Islámico a través del Medio Oriente, ya no controla territorio significativo en Irak donde puede albergar a luchadores extranjeros o explotar recursos como el petróleo.

Y su narrativa básica -la construcción de un Estado real- está en harapos. Pero aunque el gobierno de Trump tendrá razón al celebrar el fin del califato tal como lo conocemos, es demasiado pronto para sentirse cómodo, especialmente ante la ausencia de una estrategia para el día después de Daesh.

Hace 15 años, en el período anterior a la invasión de Irak del presidente George W. Bush, los entonces -senadores Joe Biden y Richard Lugar plantearon una preocupación profética: “Cuando Saddam Hussein no esté, ¿cuáles serían nuestras responsabilidades? Esta pregunta no ha sido explorada pero puede resultar ser la más crítica”.

Si sustituye “Saddam Hussein” con “Estado Islámico” la pregunta que plantearon retiene una urgencia feroz hoy en día. Incluso cuando el Estado Islámico sea derrotado militarmente, las condiciones políticas y económicas que facilitó se elevan -desatadas en parte por la invasión del 2003- seguirá fastidiando. Cómo, entonces, asegurar que Daesh permanezca derrotada?

Lo más urgente es un esfuerzo con recursos suficientes para estabilizar, asegurar, gobernar y reconstruir las ciudades liberadas para que las personas desplazadas puedan regresar a sus hogares con seguridad.

La buena noticia es que una coalición de 68 países liderada por los Estados Unidos para luchar contra el Estado Islámico ha conseguido los fondos necesarios para empezar ese proceso por medio de las Naciones Unidas. Un plan similar existe para Siria.

Pero la actual guerra civil hará que sea difícil implementarla, como demuestra el lento proceso de recuperación de la ciudad de Tabqa, liberada hace dos meses y puerta de entrada a la capital siria del Estado Islámico en Raqqa.

Aún mayor reto es lo que viene después. 25 millones de musulmanes sunitas viven entre Bagdad y Damasco. Han sido alienados de su gobierno.

A menos que puedan convencerse de que su Estado los protegerá y no los perseguirá, un Estado islámico 2.0 encontrará muchos nuevos reclutas y partidarios.

Irak ofrece las mejores perspectivas de éxito. Pero dejados a su suerte, sus líderes son más propensos a perpetuar las condiciones que dieron lugar al extremismo violento. Y los vecinos de Irak se alinearán detrás de cualquier secta que apoyen, reforzando una mentalidad de suma cero en Irak.

Ahí es donde entra la diplomacia estadounidense.

Estados Unidos no puede dictar los resultados a un Irak soberano. Pero puede apoyar, incentivar y movilizar a aquellos que están dispuestos a mover a Irak en la dirección correcta.

Esto comienza con apoyar lo que el primer ministro de Irak, Haider al-Abadi, llama federalismo funcional -dar a los iraquíes a nivel provincial la responsabilidad y los recursos para velar por su propia seguridad, servicios y colegios y gobernar su día a día.

Esa es la mejor forma de convencer a los sunitas de que su futuro está dentro de Irak y no con un nuevo Estado islámico. Los sunitas de Irak solían oponerse al federalismo a favor de un gobierno central fuerte; cada vez más, lo acogen.

Al mismo tiempo, la administración Trump debe utilizar las fuertes relaciones que ha construido con los vecinos árabes sunitas de Irak para presionarlos para que involucren a Bagdad y avanzar en la integración regional de Irak, mientras moderan las ambiciones de la comunidad sunita.

Una pregunta final: Qué tanta, si algo, presencia militar estadounidense debería permanecer en Irak para ayudar a asegurar que el Estado Islámico no reaparezca?