El estornudo francés
Las elecciones francesas del domingo despertaron al animal político, al zoon politikón de Aristóteles, que se amodorra en el interior de todos los hombres. Es que no es lo mismo una elección en Estados Unidos que una en Francia.
Los nación norteamericana es la potencia number one, pero los gringos del promedio tomados uno a uno son la pauta de la mediocridad universal. De ahí que la consagración de Trump se vio como un resultado coherente con los gustos de los mullidos habitantes del american way of life.
Francia es otra cosa. Los tres sustantivos que ampararon su revolución de fines del XVIII son la base de los códigos e instituciones que hacen de este globo un lugar benéfico.
Liberté, Egalité, Fraternité son sellos que imprimieron en la vida pública lo que mitos y religiones habían tallado en la conciencia individual de los antropoides recién incorporados.
Este efecto es relativamente independiente del terror que sofocó aquella revolución de guillotinas. También del vaciamiento de significado que toda clase de oportunismos produjeron en esas tres palabras motrices.
Por encima de los horrores de su historia y del temor al desempleo, los franceses saben pensar con método, tienen educación esmerada, veneran a poetas malditos y cultivan un buen detector sobre los asuntos estéticos.
Es dable afirmar que Francia es un faro de humanidad en los rumbos de la política. Su luminaria intermitente apasionó a los libertadores de nuestro continente, se extiende sobre Europa y sirve de consulta mundial en la actual coyuntura de auge de las ultraderechas.
Por eso las elecciones de allá no dejan indiferentes a los confundidos votantes de acá. Más cuando también allá el neoliberalismo ha traído ruinas, se están extinguiendo los beneficios sociales, continúa enquistada la memoria de la época en que eran imperio y el resto del mundo se miraba por encima del hombro.
Este caldo de cultivo explica la emergencia y auge de la epidemia orbital ascendente, conocida como extrema derecha. Si esta beligerancia antieuropea, xenófoba y racista hubiera conseguido las mayorías galas, el golpe se sentiría en las entrañas del orbe. Es que un estornudo en las urnas francesas sería capaz de alarmar la psiquis del planeta.
Que el balotaje del 7 de mayo aleje las chispas de la Tercera Guerra Mundial.