El hombre que vendrá
La pandemia le está demostrando al hombre del siglo XXI la pequeñez de su grandeza, y cómo de lo que él hace de sí mismo depende la grandeza o pequeñez del mundo en que vive. La convivencia es nuestro gran descubrimiento actual. El tesoro por excelencia de la vida familiar. Del interés de cada uno en convivir consigo mismo depende su interés por convivir con los demás.
El hombre es un ser relacional, pues todo existe en relación y sin relación no existe nada, porque la relación es el fundamento de todo. A esta luz, cada ser humano es para sí mismo el centro de todo, en que todo llega a él y parte de él con el tinte que él le pone.
La pandemia es un buen despertador de la grandeza humana, tal como lo presenta el salmo octavo, en que el poeta bíblico se dirige así al Creador: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?” Y continúa: “Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies”.
Excelente oportunidad de que cada uno frene su carrera para preguntarse quién es, de dónde viene, qué camino recorre y adónde se encamina. Y si su respuesta, siempre dinámica, es sincera, debe reconocer el descuido de sí mismo en que ha vivido, de modo que sin darse cuenta es un verdadero desperdicio, lo que se deja de utilizar por descuido.
El filósofo Malebranche (1638-1715) hizo hace tres siglos esta constatación, vigente todavía: “Entre todas las ciencias humanas la del hombre es la más digna de él. Y, sin embargo, no es tal ciencia, entre todas las que poseemos, ni la más cultivada ni la más desarrollada. La mayoría de los hombres la descuidan por completo y aun entre aquellos que se dan a las ciencias muy pocos hay que se dediquen a ella, y menos todavía quienes la cultiven con éxito”.
Ser humano, soy la planta de las plantas, que si no me cultivo a mí mismo, me quedo sin cultivar, pues, teniendo en cuenta mi condición dinámica de ser relacional, lo que yo no cultive en mí, como mirar, escuchar, acoger, cantar, crear, pensar, amar, se queda sin hacer.
Hombre del siglo XXI, fugitivo de mí mismo debido a los medios de comunicación, estoy llamado a cultivarme con esmero continuo como criatura de amor, demostrando así mi grandeza de señor del universo, que por doquier irradia amor.