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El mejor en todas las asignaturas

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07 de abril de 2017

Cuando apenas culmina la primera parte del calendario escolar 2017, quisiera tener las palabras precisas y el poder de convicción para decirle a los estudiantes, ojalá desde los primeros años de la educación primaria, de lo significativo y gratificante que es leer. Como solía decir mi madre, “Comer y rascar, el trabajo es empezar”. Tal vez porque no tuvimos las debidas motivaciones en los primeros años de la escolaridad, la lectura se nos presenta como algo tedioso. Pero basta encontrar un buen libro para abrir una veta que, para muchos, nunca se cierra.

Pocos le damos la debida importancia a los hábitos de lectura y a esa otra destreza que, como lo confirma el investigador catalán Daniel Cassany, deviene luego, la de la escritura.

Recuerdo mis tiempos de la secundaria en los que me iba tan regular en algunas áreas del currículo. La Química y la Física eran mi “coco”. El motivo era simple: no leía correctamente la formulación de los problemas. Por consiguiente, no sabía qué me preguntaban. Tarde, al final del bachillerato, logré dimensionar el disfrute e importancia de la literatura. Cuando tuve esa sensación, no paré de leer; me quería devorar todos los libros de Julio Verne, las novelas de Dostoievski, Tolstoi, y las tramas de Morris West. Ya en la universidad, en una carrera que exige un tren importante de lectura -Licenciatura en Filosofía y Letras- confirmé la oportunidad para entender muchos interrogantes, no sólo de la literatura y la filosofía, sino también de la ciencia, el arte y la tecnología.

Pero no basta tener la certeza de que es necesario avivar el hábito de lectura. Es preciso puyar la comprensión de lo que leemos. Y para ello es definitivo decidir desde un comienzo con qué tipo de textos empezar a fomentar esa comprensión lectora. Menciono sólo el caso que conocí, de un profesor de filosofía que, con la mejor intención de evaluar a sus estudiantes, ponía en sus manos textos que, lo uno, no estaban al alcance de su edad, y, lo otro, no tenían una estructura gramatical lógica. Parecían una deficiente traducción de internet.

Si vamos a promover la comprensión de la lectura, lo tenemos que hacer con textos que seduzcan y correspondan a la capacidad cognitivo/afectiva de los estudiantes, de acuerdo con su edad, sus necesidades y preguntas. Y lo otro, textos bien construidos. Si un texto no está bien formado y no es interesante, confunde; finalmente, suscita distancia y tedio por la lectura.

Tenemos la ligera o falsa creencia de que los hábitos de lectura y escritura apuntan de forma exclusiva al mejoramiento en las destrezas del área de lenguaje. No es así. Quien lee, y mucho más quien escribe, abre horizontes mucho más amplios para cualquier área del saber, y lo que más importa, para el conocimiento de sí mismo.

El que escribe, y más quien lo hace desde su propia historia, es decir, quien se aventura en el ejercicio de volver sobre sí mismo con la escritura personal, construye una escena que le dará enormes ventajas para su crecimiento humano. Con las destrezas del lenguaje, se irá configurando también la formación de una lógica, de una filosofía, de un pensar propio. Desafortunadamente, y esta es la evidencia cada vez más lamentada por los estudiosos de la pedagogía, a cada tramo de nuestra historia, atiborrada de instrumentos tecnológicos, la escritura se va haciendo más excepcional, se va volviendo ejercicio privilegiado de muy pocos.

Si quieres ser el mejor en todas las asignaturas, si quieres llegar lejos, lee mucho. La lectura te abrirá todas las puertas.