El negacionismo y la Fata Morgana
Por Lina María Múnera G.
muneralina@gmail.com
Europa está inmersa en su segunda ola del coronavirus a la vez que las protestas que cuestionan la gravedad e inclusive la existencia del virus cobran fuerza. Un desdén por el conocimiento, encabezado por líderes mundiales que decidieron politizar la ciencia y minar la autoridad de los expertos para proteger su propio poder, impregna decenas de temas que incluyen las vacunas, el cambio climático o el Holocausto, por citar solo unos cuantos ejemplos.
La percepción del riesgo, el rechazo a la realidad y la falsa sensación de control están empujando a miles de manifestantes a salir a las calles para cuestionar la verdad de la pandemia. Como si la muerte de un millón de personas (y contando) fuera una mentira y los rebrotes en todos los países no estuvieran en aumento.
El famoso negacionismo por el cual una persona decide negar la realidad para evitar una verdad incómoda se extiende como ese mítico espejismo llamado Fata Morgana que generaba pánico entre los antiguos navegantes ya que lo atribuían a maldiciones y hechizos. Y el gran motor de la negación lo constituyen los sesgos cognitivos, tanto el de confirmación como el de disponibilidad, que llevan a una distorsión, a una irrealidad semejante a la de la ilusión óptica del hada Morgana.
En realidad, la lucha contra el cambio no es producto del siglo XXI sino la reacción histórica del individuo a las verdades que le incomodan. Lo que sucede es que gracias a todas las redes que nos unen en la actualidad, ese “monte de la ignorancia” descrito en el efecto Donning-Kruger (a menor conocimiento de un tema más capacitados nos sentimos para hablar de él) se multiplica exponencialmente y convierte lo que antes era sólo un murmullo local en una falsa verdad universal. Isaac Asimov lo señaló en 1980 al referirse al culto a la ignorancia que alimenta la falsa noción de que la democracia significa que “mi ignorancia es tan buena como su conocimiento”.
Necesitamos promover un escepticismo sano que nos haga cuestionar lo que vemos y escuchamos. Tenemos la obligación con nosotros mismos de desarrollar un pensamiento crítico mediante el chequeo riguroso de datos. O por lo menos, tratar de verificar algunas de esas historias absurdas que llegan en cadenas a través de las redes y que cada quien decide creer. Richard Feynman, físico estadounidense, lo expresó así: “El principio fundamental es que usted no se debe engañar a sí mismo. Y usted es la persona más fácil de engañar”.