Columnistas

EL NEOFASCISMO ESTÁ AL ACECHO

08 de mayo de 2017

Creo que todavía están a tiempo las universidades para poner por obra una estrategia preventiva contra la amenaza neofascista, totalitaria y de pensamiento único. Es una corriente que está al acecho. La negación de la crítica, de la cultura de la discordancia y de la controversia civilizada está emergiendo con signos inquietantes en el mundo universitario, tanto en Europa y Estados Unidos como en Latinoamérica y, por supuesto, en el país nuestro.

Se dirá que la universidad es trasunto de la realidad social. Es cierto en parte, pero no tiene por qué aceptarse como argumento para acoger las tendencias más destructivas de la sociedad abierta como si se tratara de fenómenos inevitables y obligatorios. Si en el escenario social aparecen señales de intolerancia, radicalización, negación de las ideas contrarias e imposición desde las altas esferas del Estado de un régimen que reduce al mínimo las garantías a la oposición, lo mismo no tiene por qué suceder en el entorno universitario, donde se presume que deben primar el pluralismo, el diálogo constructivo de saberes y el respeto a la diferencia. La universidad debe ser, por su propia naturaleza, motor del cambio y transformadora del estado de cosas.

Se habla de profesores vetados porque no comparten las orientaciones ideológicas o políticas de sectores predominantes en las comunidades académicas. Del matoneo solapado ha ido pasándose a la aplicación de sanciones extraacadémicas y arbitrarias, al margen de las normas legales y estatutarias y, claro está, por encima de criterios y principios de ética universitaria. El colegaje se manda al sanalejo, cuando debería ser la regla áurea de las relaciones entre intelectuales dignos de serlo. Se habla de situaciones que merecen investigación seria y severa en las cuales se acorrala de tal modo al contradictor (por la sola evidencia de que no está de acuerdo con alguna idea y tiene el valor civil de expresarla en forma respetuosa y sin abusar de la libertad de cátedra) que se le desacredita ante sus alumnos, se le ningunea mediante la reducción de la carga docente y se le aplican castigos tan arcaicos como el extrañamiento, sin fórmula de juicio y sin seguir el debido proceso.

El fascismo no es de izquierda ni de derecha. Es una tercera vía contaminada por el espíritu totalitario. Tapona las posibilidades de pensar distinto y los modos de expresión y difusión del pensamiento. Ese neofascismo sobreviniente es un virus que puede causar estragos en la educación superior. Debería debatirse cuanto antes en las comunidades académicas. De lo contrario, llegará el día en que el miedo, la sumisión, la mordaza y la intolerancia manden la parada en una clase intelectual llamada a resistir, pensar distinto y hacer valer el derecho a dudar y preguntar.