Columnistas

El peligro impredecible del voto militar

16 de marzo de 2020

Por Daniel González Monery

Universidad del Atlántico
Lic. en Ciencias Sociales. 8° semestre
moneri11@hotmail.com

Nuevamente ha surgido la idea de reconocer el voto a las Fuerzas Militares, por cuenta descabellada del Centro Democrático. Proponer que los militares puedan votar exige una pregunta: ¿cuál es el daño que se está intentando enmendar con esta medida? Si en Colombia está vigente la prohibición desde 1932 y ha funcionado para blindar de legitimidad a las fuerzas armadas y de policía, ¿cuál es la necesidad, ahora, de cambiar esa situación?

El representante a la Cámara por el Centro Democrático, Ricardo Ferro, anunció su intención de permitir que los miembros de la Fuerza Pública voten. Según el parlamentario, se está enmendando una deuda histórica, pues al prestar el servicio militar no se hace una renuncia a su condición de ciudadano. El argumento suena bien, en abstracto, pero una propuesta de ese estilo no debe jamás estudiarse sin atender a la realidad colombiana y, en particular, a su cultura política.

El riesgo de esta discusión así planteada es acudir a los “grandes principios”, sin prestar atenciones a los datos de la realidad concreta. Creo que dar ese paso ahora es un error de consecuencias dañinas o, al menos, impredecibles. Y que cuando se haga patente el estropicio, ya será tarde. Como dijo el general Bonnet: “El día en que los políticos empiecen a visitar los cuarteles para hacer campaña, esto se derrumba”.

No fue un gesto menor, que fueran precisamente los mismos militares quienes le solicitaran al presidente de entonces, Enrique Olaya Herrera, que se prohibiera el voto de todas las personas armadas al servicio del Estado. El propósito era simbólico y práctico. Por un lado, decirle al país que, sin importar quién sea elegido, la Fuerza Pública cumplirá con su deber de obediencia y de respetar al comandante en jefe. Por otro, al retirar a las fuerzas armadas y de policía de la contienda política, se les está blindando de la polarización, politiquería y tensiones propias de los procesos electorales.

¿Se imaginan cómo sería una contienda electoral con los políticos buscando desesperadamente el voto de los militares? Al perder las elecciones, no es descabellado imaginar al derrotado intentando fomentar la subordinación en las filas para no reconocer el triunfo en democracia de su contraparte. Peores cosas hemos visto en el país. ¿Para qué correr esos riesgos? No queremos ver a políticos cazando votos en los cuarteles, ni a militares molestos y menos en rebelión, porque sus candidatos fueron derrotados.

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