el peligroso “precedente” del acuerdo iraní
Por JOHN R. BOLTON
Si alguien hubiera creído el mantra del presidente Barack Obama, que dice que “todas las opciones están sobre la mesa”, para manejar el programa de armas nucleares de Irán, el acuerdo de Viena tal vez habría resultado menos ventajoso para Teherán. Pero nadie tomó la amenaza de fuerza militar de Obama seriamente, una brecha en credibilidad a la que Israel aún teme y que Irán explota. Aún así, el vicepresidente Joe Biden sigue tratando de asegurarles a los demócratas nerviosos en el Congreso que el acuerdo de Viena no excluye el uso de fuerza americana.
A pesar de su confianza displicente en el acuerdo, sin embargo, la administración Obama entiende la cuasiseguridad de que Irán incumplirá su palabra. Las potenciales violaciones por parte de Teherán no fueron meramente uno de los asuntos difíciles para los negociadores; fueron la esencia de las conversaciones. La estructura completa del acuerdo despierta el asunto de cómo detectar y manejar infracciones.
Si coge a Irán cometiendo alguna violación, el plan de Obama no es utilizar fuerza, sino reincorporar sanciones. Su administración ha dicho repetidamente que dichas sanciones (incluso nuevas sanciones) impedirán o castigarán violaciones, manteniendo el acuerdo sobre su curso y a Irán libre de armas nucleares. La razón se ajusta a la lógica de fondo para las mismas conversaciones: si las sanciones trajeron a Irán a la mesa, entonces las sanciones mantendrán viable el acuerdo una vez comience la implementación.
Desafortunadamente, el mecanismo para manejar las violaciones es tan imperfecto como la lógica de fondo del acuerdo. Para que se cumplan las predicciones del presidente en cuanto al comportamiento iraní, Teherán tiene que reconocer la inevitabilidad del dolor que sufrirá su país por apartarse del cumplimiento.
Pero el mismo lenguaje del acuerdo de Viena demuestra lo contrario. En dos provisiones (párrafos 26 y 27), Irán rechaza la legitimidad de las sanciones que vuelven a entrar en juego. Estos pasajes dicen expresamente, en palabras casi idénticas, que “Irán ha declarado que si las sanciones son reincorporadas completamente o en parte, Irán lo considerará justificación para dejar de cumplir con sus compromisos bajo este Plan de Acción Integral Conjunto, “completamente o en parte”.
Por lo que el inexorable modelo no será: Irán viola el acuerdo; sanciones se reincorporan; Irán vuelve a cumplir. Al contrario. El futuro más probable es: Irán viola el acuerdo; las sanciones se reincorporan; Irán nos dice, para usar un término diplomático, que tomemos nuestro acuerdo y nos vayamos al carajo.
Abrogar el acuerdo, por supuesto, vendría solo después de que Irán se haya beneficiado económicamente de tener sus activos descongelados y las sanciones suspendidas. Los europeos, (entre otros) ya habrán sido convencidos de reinstaurar relaciones económicas que les causarán tanto dolor a ellos como a los iraníes si son abandonadas. Tristemente, los ayatolas conocen a los europeos mejor que Obama.
Finalmente, el plan de Obama para prevenir que Rusia o China ejerzan su poder de vetos que bloquean las reimposiciones representan peligros escondidos para América. Bajo el acuerdo y la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad, si un partido del JCPOA afirma que una violación significativa ha ocurrido, entonces el consejo tiene que votar en un plazo de 30 días para decidir si “continúa la suspensión de sanciones”. Por lo tanto, en teoría, si Washington afirma que hay violación, Moscú y Beijing cargarán con el peso de mantener suspendidas las sanciones, en lugar de Washington tener el peso de reincorporarlas. Si no hay una resolución para “continuar el levantamiento de las sanciones” estas son reincorporadas.
Es probable que las sanciones reincorporadas sean tanto retórica política vacía como los mantras de Obama en cuanto a que todas las opciones están sobre la mesa. La lista de las razones para oponerse al acuerdo de Viena ya es larga, pero los inconvenientes de las sanciones reincorporadas seguramente están bien arriba